Personas tímidas
25 enero, 2010 por mycoach
El alago o el piropo de esa persona que nos llama la atención suele ser el detonante clásico por el que nuestras mejillas acumulan una cantidad ingente de sangre durante un corto periodo de tiempo. Periodo éste suficiente para que los presentes se den cuenta de que nos sentimos avergonzados. Pero el hecho de sonrojarnos puede darse en muchas otras ocasiones, desde cuando cometemos una torpeza delante de un grupo de personas hasta cuando tenemos que presentarnos ante una persona del sexo contrario que nos puede resultar atractiva. En todos los casos existe un factor común: nos estamos jugando algo.
Hasta hoy en día siempre hemos dividido a las personas en dos grupos: los tímidos y los atrevidos. Dentro del primer grupo englobábamos a las personas más temerosas, medrosas o cortas de ánimo. Mientras que en el segundo incluimos a aquellas personas determinadas a hacer algo arriesgado. Pero si tenemos en cuenta lo dicho en el párrafo anterior, a partir de ahora deberíamos dividir a las personas también en dos grupos, pero esta vez los diferenciaríamos como: los que se juegan algo y los que no lo hacen.
Visto de esta forma, cualquier persona que conozcamos puede ser una persona tímida en algún momento de su vida. Efectivamente, por muy segura que parezca una persona, siempre existen áreas que pueden ser desarrolladas. Nadie es perfecto. Nadie es seguro al ciento por ciento. Es en ese momento, cuando la persona topa con esa característica menos desarrollada, con ese valor más preciado que puede perder, que florece un miedo casi irracional en su interior. Un miedo que lo puede llegar a paralizar e impedir que dé un paso más, que siga hacia delante con su vida.
De esta forma podemos afirmar que en función del entorno en el que nos encontremos y de nuestras habilidades interpersonales y recursos propios adquiridos durante nuestra vida, así podremos sentir que nos jugamos más o menos al enfrentarnos a un nuevo reto. De hecho, una persona tímida en el trabajo, puede que no lo sea cuando se junta con sus amigos.
Como ya he mencionado antes, es importante tener en cuenta lo que cada persona se juega en ese momento determinado. Una persona se puede sentir temerosa al acercarse por primera vez a hablar con la persona por la que siente cierta atracción, mientras que otra puede sentir la misma sensación cuando se acerca a hablar con su jefe para solicitar un aumento de sueldo o un horario más flexible. ¿En qué situación tengo más que perder? En función de cuál sea la respuesta cada persona actuará de forma más introvertida en una situación que en otra.
Teniendo en cuenta que la mayoría de las personas no sufren de una timidez patológica, es decir, que les impide conseguir todo aquello que desean: una pareja, un ascenso en el trabajo, unos amigos, etc. la mejor manera de proceder ante una situación de timidez es preguntarse ¿qué es lo que quiero? Esta simple pregunta puede ayudarnos a enfocar nuestro objetivo y a quitar relevancia a lo que podemos perder. El hecho de ser conscientes de que el premio es mayor a lo que tenemos que perder, puede hacer que nos compense el riesgo.
Otra manera de proceder ante un ataque de timidez es pensar en la muerte, es decir, preguntarnos ¿cómo me sentiría si muero mañana y no he hecho esto? ¿o si no he hablado con esta persona? ¿o si no la he mostrado mis sentimientos? ¿o si no he pedido el aumento de sueldo?
Una vez nos hemos envalentonado para hacer y decir las cosas, la consecución de nuestro objetivo se ve más cerca, al tiempo que nuestros miedos y bloqueos se alejan de nuestro entorno y comenzamos a tener más cosas en común con las personas con una personalidad arrolladora.