El espejo mágico
23 diciembre, 2011 por mycoach
María estaba cenando cuando escuchó un ruido en su habitación. Dejó sobre la mesa los cubiertos y la servilleta y se levantó de su silla. Con sigilo y cierta cautela se acercó a su habitación, desde donde seguían saliendo ruidos extraños. Al llegar a la puerta de su dormitorio se paró y se quedó escuchando durante unos segundos antes de empujar la puerta con su mano para abrirla.
Bajo la tenue luz de la noche María pudo ver cómo las cortinas se movían por el efecto del viento entrando por la ventana. En el suelo había una vasija rota y un marco de fotos. Al seguir buscando indicios de lo que había ocurrido observó una figura en la esquina opuesta a donde ella se encontraba. María dio un salto fuera de la habitación, y la silueta hizo lo mismo, como queriendo esconderse de ella.
María llevó su mano hacia el interruptor de la luz, giró el interruptor y saltó dentro de la habitación dando un rugido – más propio de bestias salvajes que de Licenciadas en Ciencias Económicas – con el ánimo de espantar al intruso que había optado por entrar en su casa. Para su sorpresa, el intruso se encaró con ella haciendo los mismos gestos, pero sin el griterío adicional, tal vez porque sus gritos enmudecieran a su adversario.
Al entreabrir sus ojos para ver qué estaba pasando realmente, María se encontró frente a ella con una mujer de pelos cardados, con una bata a cuadros, unas zapatillas de andar por casa a juego con la bata, calcetines de deporte caídos sobre los tobillos y un esquijama blanco con dibujos muy similares a uno que ella tenía guardado en su armario.
No tardó mucho en reconocer que aquella persona que se encontraba frente a ella no era otra cosa que su propio reflejo en el espejo de cuerpo entero que acababa de comprar aquella misma tarde en una tienda del centro. Recogió del suelo la vasija rota y el marco de fotos, dejándolos de nuevo sobre la cómoda. Cerró la ventana y se giró hacia el espejo. Se miró de arriba a abajo. Al ver las pintas que llevaba no pudo más que reírse de ella misma. Su reflejo también se rió. Ambas se quedaron una frente a la otra durante un buen rato mientras la casa se llenaba de carcajadas.
Las personas son como espejos: reflejan nuestros comportamientos. Si nos acercamos a una persona con una sonrisa en la cara, es muy probable que nos deleite con otra sonrisa. Si mantenemos una conversación afable y donde se respetan las opiniones de nuestro interlocutor, es posible que recibamos el mismo respeto y afabilidad como recompensa. Sin embargo, si nuestro comportamiento es agresivo y nos acercamos a alguien agitando los brazos, lo más probable es que la otra persona también responda con algún aspaviento.
Si tenemos presente que nuestras actitudes pueden reflejarse en la otra persona, entonces seremos capaces de modificar nuestros comportamientos negativos cuando los detectemos en la otra persona. De igual manera podremos ser capaces de cambiar la actitud negativa de la otra persona si nosotros mantenemos una actitud positiva y dialogante. De ahí el dicho “dos no discuten si uno no quiere”. No sólo no discuten, sino que uno de ellos puede llevar al otro a tener un comportamiento más positivo y alegre.