Archivos para la categoría ‘coaching personal’

Sonría, por favor

lunes, 15 septiembre, 2008

A principios del s. XX, Charles Schwab le dijo a su amigo Dale Carnegie que su sonrisa le había valido un millón de dólares. Carnegie comentaba en su libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas «… es probable que haya pecado por defecto más que por exceso en ese cálculo

Un millón de dólares de hace más de 70 años sería como decir ahora que su sonrisa le había reportado más de 20 millones de euros -dejo el cálculo exacto para los economistas-, o lo que es lo mismo, más de 3.000 millones de nuestras queridas pesetas.

Más recientemente, Woody Allen dijo en una de sus películas algo así como: «No temas al hombre apuesto que se acerca a tu mujer, sino al que la haga reír«.

Da igual si es por dinero o por miedo a perder a la mujer con la que compartes tu vida pero ¿no tienes ganas de sonreír?

No, no es una sonrisa poco sincera lo que le dio a Schwab su fama, ni la que encandilará a esa mujer a la que te estas acercando, sino una sonrisa verdadera, una sonrisa que alegre el corazón, que venga de adentro, una sonrisa que valga cada uno de esos 20 millones de euro o el corazón de esa mujer. Los actos hablan en voz más alta que las palabras, y una sonrisa expresa: «Me gustas.  Me causas felicidad.  Me alegro tanto de verte»

¿No tienes ganas de sonreír?  Está bien ¿qué puedes hacer?  Dos cosas:

  1. Esforzarte en sonreír.  Si estas solo, pon tu canción favorita, silba, tararea o cantala.
  2. Procede como si fueras feliz, y eso contribuirá a hacerte feliz.

El extinto profesor William James dijo: «La acción parece seguir al sentimiento, pero en realidad la acción y el sentimiento van juntos; y si se regula la acción, que está bajo el control más directo de la voluntad, podemos regular el sentimiento, que no lo está«.

Obviamente, si eres una persona que siempre vas con el ceño fruncido y cara de pocos amigos, la gente se sorprenderá, y hasta se quedará atónita con el cambio.  Pero no importa, a las personas que nunca te hayan visto sonreír dilas que a partir de hoy la sonrisa será cosa de todos los días.  Verás lo que sucede a tu alrededor.

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Creencias limitantes

jueves, 11 septiembre, 2008

¿Que es una creencia?  La Real Academia define la creencia como el firme asentimiento y conformidad con algo.

Las creencias son principios de acción sobre los que actuamos como si fueran ciertos. Buda decía «No os creáis nada. No importa dónde lo leáis, o quién lo haya dicho, aunque lo haya dicho yo, a menos que concuerde con vuestra propia razón y vuestro sentido común«.

¿Dónde nacen estas creencias?  Muchas de nuestras creencias fueron «implantadas» durante nuestra infancia, antes de que fuésemos conscientes de su impacto. La educación que nos proporcionaron nuestros padres en casa, las enseñanzas de nuestros profesores en el colegio; la cultura en la que nos hemos criado e incluso los medios de comunicación que vemos o escuchamos nos han ido transmitiendo una serie de creencias que han quedado arraigadas en nuestro yo más profundo.

El resto de creencias se han ido creando a partir de nuestras propias experiencias, y a su vez, las creencias influyen sobre nuestras experiencias, haciendo que algunas sean posibles y otras no.

¿Cuándo es una creencia buena y cuándo no?  Las creencias no son buenas ni malas, sino potenciadoras o limitantes.  Cuando alguien cree que puede hacer algo, lo hace, mientras que si está convencido de que no es posible, no importa lo que se le diga que no se le convencerá de lo contrario.

Cuántas veces habremos escuchado la frase «No puedo«.  Según Paul R. Scheele, presidente de Learning Strategies Corporation, esta frase «es la fuerza de la negación más poderosa de la psique humana«.

Por su parte, Eleanor Roosevelt dijo «Nadie puede hacer que te sientas inferior si tú no se lo permites«.  El coaching actúa a partir de creencias potenciadoras para que consigas el objetivo marcado.

¿Cómo identifico una creencia limitante?  Antes de nada hay que ser consciente de que tenemos esas creencias, para lo cual hay que expresarlas.  Una pregunta  que puede ser de gran ayuda a la hora de identificar las creencias que nos limitan en la consecución de un objetivo específico es: «¿Qué te impide alcanzar tu objetivo?» Si no eres capaz de identificar ninguna creencia limitante tal vez no hayas pensado suficientemente en el objetivo.

Lo bueno de todo esto es que las creencias cambian y, por tanto, las experiencias cambian como resultado de estas.  Así que busca aquellos objetivos que no hayas podido alcanzar hasta ahora e identifica que es lo que te impedía conseguirlos (el trabajo que deseas, la pareja con la que compartir tu tiempo, una buena relación…)

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Miradas condescendientes

lunes, 8 septiembre, 2008

Después de leer el comentario que Eduardo Gutiérrez dejó en mi artículo «La Paradoja Rural» he creído oportuno pararme a reflexionar sobre sus palabras, las cuales cito a continuación:»Los urbanitas miran con condescendencia a los de los pueblos, sin sospechar con cuanta conmiseración los miramos nosotros a ellos, encerrados en sus ciudades.«

A principios del siglo pasado la diferencia de clases era algo muy marcado en nuestra sociedad.  Los habitantes de las zonas rurales eran considerados como «paletos«.  Gente que, debido a sus circunstancias, no había tenido la suerte de tener una educación digna y que, por tanto, lo único que podían hacer para subsistir en este duro mundo era dedicarse al ganado y a la agricultura.

En esta época, el médico, el cura y el agente de policía eran las máximas autoridades, pudiendo solucionar  la mayoría de  los problemas que aquellas gentes pudieran tener en su día a día, desde disputas entre vecinos, pasando por dolencias derivadas del trabajo hasta aquellas producidas por el espíritu.

La pobreza de los menos afortunados podía llegar a tal extremo que en algunos casos se pagaba al médico con huevos, cebollas, chorizos, o cualquier cosa que hubiera producido la tierra durante los últimos días.  Esta situación podía hacer que, los entonces urbanitas, se acercaran a las zonas rurales y miraran a su población con ojos de superioridad, pudiendo reírse de ellos en más de una ocasión y humillándolos para «pasar el rato».

Por norma general los padres siempre quieren «lo mejor» para sus hijos.  Es entonces normal pensar que, si no tienes luz eléctrica, ni agua corriente, vistes a tu familia con harapos, y los «veraneantes» te humillan y se ríen de tu familia cada vez que vienen como forma de diversión; lo que quieres es sacar a tus hijos de esas penurias para que sean «hombres de provecho«, aunque tú sigas sufriendo las mismas calamidades.

Pero hoy en día, en pleno siglo XXI, viviendo en la «Sociedad de la Información», donde Internet está al alcance de todos, donde la gran mayoría de nosotros hemos tenido la suerte de una educación «más que digna», donde la recogida de la patata y la fresa la realizan temporeros de otros países menos desarrollados que el nuestro ¿cómo es posible que el urbanita mire con condescendencia a la gente de  las zonas rurales?  ¿Cómo es posible que ese urbanita no se acuerde de sus raíces?  ¿Cómo es posible que no se dé cuenta que la persona que está frente a él puede tener su misma formación, pero ha elegido vivir en un ambiente más natural?  ¿Cómo no se da cuenta de que esa persona es feliz?

Mientras tanto «el hombre rural» siente pena por nosotros, porque sufrimos de estrés; porque vivimos rodeados de asfalto y hormigón que generan un microclima «anormal»; porque por mucho cristal que pongamos a nuestros muros seguimos extrañando nuestra libertad; porque sólo en los días con menor nivel de contaminación somos capaces de ver la Sierra; porque el sonido más agradable que escuchamos en todo el día es la bocina del coche tuneado que nos pide paso al cambiar de color el semáforo.

¿Y si fuésemos capaces de escuchar a estas personas?  ¿Qué nos podrían aportar desde su mundo?  ¿Qué podríamos aprender de ellos?  ¿Y ellos de nosotros?  ¿Cómo podrían ayudarnos para que nuestras vidas fuesen más felices y tranquilas?  ¿Cómo podríamos harmonizar ambos mundos?  ¿Cómo podríamos aumentar nuestra autoestima sin tener que humillar a otras personas?

Ahora es vuestro turno.  Ahora podeis comenzar a dejar vuestros comentarios para que entre todos podamos iniciar una nueva andadura en común. ¡Este es el momento del cambio, no lo dejes escapar!

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Esclavitud en el s. XXI

domingo, 7 septiembre, 2008

Leía esta mañana el artículo «La hipocresía en NIKE» donde el autor, Francisco de Sántoyo, exponía la doble moral de la marca deportiva en relación a los Derechos Humanos, ya que si bien la marca parecía defenderlos de cara al público, luego tenía a niños esclavizados en sus fábricas de Asia y África cosiendo las camisetas y zapatillas deportivas que luego nos vende.

La Real Academia Española, en su vigésima segunda edición del diccionario de la lengua española, define al esclavo como «dicho de una persona: que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra«.  Esta es la definición «más popular», la que si alguien nos pregunta daríamos sin apenas pensárnoslo.

Sin embargo, la segunda definición me ha parecido aún más interesante si cabe. En esta se puede leer «sometido rigurosa o fuertemente a un deber, pasión, afecto, vicio, etc., que priva de libertad.  Hombre esclavo de su palabra, de la ambición, de la amistad, de la envidia«.

Si esto es así ¿qué impide que el hombre sea «esclavo de sus creencias«?  ¿Cómo pueden nuestras creencias privarnos de libertad?  ¿Cuándo nos someten a otra persona? ¿Dónde nos toca para que puedan esclavizarnos?  ¿Para qué nos sirven?  ¿Qué nos aportan?

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Busco pareja

miércoles, 3 septiembre, 2008

Esta mañana escuchaba en las noticias que los últimos datos estadísticos muestran que tres de cada cuatro matrimonios terminan en divorcio.

¿Qué hace que un ser humano, sociable por naturaleza, quiera vivir en solitario? ¿Qué hace que algo que antes era «para toda la vida«, ahora tenga «fecha de caducidad«?  ¿Tanto ha cambiado la sociedad?  ¿Tanto nos hemos independizado económicamente del otro sexo que ahora no aguantamos ni la más mínima tontería de nuestra pareja?  ¿O es que nos juntamos con alguien para no estar solos, para pagar el alquiler o la hipoteca y no tenemos en cuenta lo realmente importante en una relación de pareja?

Pero claro, ¿qué es lo importante en una relación?  Algunos podrán decir que «lo importante es el amor«, otros que «lo importante es su aspecto físico«, y los menos -espero- que «lo importante es su posición económica«. Pero independientemente de la respuesta dada ¿existe alguna herramienta que nos permita salir a la calle dentro de unos minutos sabiendo con certeza lo que buscamos?  ¡Si, existe!

Busca un papel y un lápiz (por si tienes que borrar algo).  En la parte superior de la hoja escribe: VALORES QUE PIDO.  Ahora haz dos columnas, una con el título ME ALEJAN, y la otra con ME ACERCAN.  Identifica diez valores que pides a la otra persona y que te pueden acercar o alejar de ella (por ejemplo: afecto, compromiso, dedicación, familia, liderazgo… 10 por columna).  Dales un valor del 1-5 (1: no me acerca/aleja mucho; 5: me acerca /aleja mucho). Una vez realizado el ejercicio tendrás una imagen más clara de lo que buscas en esa persona con la que quieres compartir tu vida.

Como en toda relación existen dos personas, ahora podrías hacer lo mismo contigo, es decir ¿qué valores ofreces?  ¿Cuáles te pueden acercar a la persona que buscas y cuáles harán que ésta se aleje de ti?  El título sería VALORES QUE OFREZCO.  Las columnas: LE ALEJAN y LE ACERCAN.  Identifica 10 valores por columna.  Dales un valor, al igual que hemos hecho anteriormente.  Y el resultado… interesante ¿verdad?

Si actualmente estas viviendo una relación de pareja, esto no debería impedirte que hagas el ejercicio, aunque sólo sea… ¿por curiosidad?

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¿Qué es lo que quiero?

martes, 2 septiembre, 2008

Todo proceso de coaching comienza por identificar el objetivo del cliente, qué es lo que quiere en su trabajo, en su vida personal, en su relación de pareja…  Para ello es fundamental que el cliente se pregunte «¿qué es lo que quiero?».

Esta pregunta centra nuestros pensamientos.  Aquello que parecía difuso se aclara.  Puede ser la cantidad de dinero que quiero ganar al año, el trabajo que considero «perfecto», las condiciones de un contrato o mis próximas vacaciones.

Al hacernos esta pregunta averiguamos exactamente dónde estamos y hacia dónde ir.  Nuestra vida se llena de claridad, nos sentimos bien, y este sentimiento nos permite entrar en el mundo con paso firme.

Esta pregunta también nos puede ser de utilidad en otras situaciones cotidianas de nuestra vida, como en un proceso de negociación, y en especial durante un conflicto o discusión.

Si conseguimos que la pregunta «¿qué es lo que quiero?» se convierta en una respuesta instintiva, las situaciones diarias se harán menos agobiantes y confusas.

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Hoy tampoco me puedo levantar

lunes, 1 septiembre, 2008

La vuelta al trabajo se puede convertir en una rutina, en algo monótono, en un problema que impide que muchas personas se levanten con la energía que tienen y con la que podrían hacer grandes cosas para la sociedad.

La falta de objetivos profesionales, la ausencia de retos que nos desafíen en nuestro día a día hacen que la vuelta al trabajo suponga una «crisis postvacacional» de la que nos puede costar salir. Esta falta de motivación hace que todo lo que sucede a nuestro alrededor sea captado como algo negativo y no nos permita vivir la vida plenamente.

Por ello, es importante tener unos objetivos profesionales claros, un plan para conseguirlos y un espíritu de cambio para que nuestra vida no se quede «donde está«, sino que avance hacia «donde quiero estar«. Tal vez sea el momento de buscar a ese profesional que me permita alcanzar mis objetivos en menos tiempo, evitando así muchos problemas que el futuro me puede deparar si sigo en esta línea.

De no ser así nos podríamos encontrar en una situación similar a la de nuestro protagonista:

«De fondo parece escucharse la canción «Living my religion» de R.E.M. Y ahora «Like a virgin«, de Madonna. ¿Por qué se escucha cada vez más fuerte? ¿Qué ocurre? ¡Maldita sea, es el despertador! Lanzo mi mano hacia la mesilla de noche donde está el radio-despertador para apagarlo, al tiempo que me giro ligeramente y abro un ojo para ver la hora que marca. ¡Las 7:10! ¡si ni siquiera están puestas las calles a esta hora!

Respiro profundamente con la intención de oxigenar las pocas neuronas que están activas a estas horas mientras noto como mi cuerpo me pide quedarme un rato más en la cama, posiblemente debido al viajecito que tuve ayer ¡Seis horas! Un trayecto que se puede hacer en dos horas y media sin sobrepasar el límite de velocidad… ¡seis malditas horas encerrado en el coche! Y lo peor de todo no es eso, no. Es que además ahora tengo metida en mi cabeza la maldita música de los niños. Es normal, es la música o los chillidos estridentes de los enanos. Al final fue la música, aunque no consiguiera que se estuviesen quietos. Y mira que los sujeté bien a sus sillas ergonómicas según dicta la ley ¿y los bozales, para cuándo señor ministro? Menos mal que la película de «La sirenita» y «En busca de Nemo» los mantuvieron hipnotizados durante un rato ¡gracias Walt!

Aunque lo mejor de todo fue cuando se escapó el hamster al parar para descansar en el área de servicio. Claro, sólo a una cría de cinco años se le ocurre darle el biberón al pobre bicho para saciar su sed «Papá, es que llevaba mucho tiempo haciendo ejercicio y con el calor que hace tenía sed«. Con lo sencillo que hubiera sido proporcionarle el líquido elemento en su recipiente. Además, de saber que estaba ejercitando sus músculos en esa rueda sinfín lo podría haber conectado al coche para ahorrar combustible, porque la velocidad iba a ser muy parecida a la que llevamos en algunos momentos del trayecto.

Y claro, mientras la pequeña bola de pelos correteaba entre las maletas el perro no dejaba de ladrar como diciendo ¡está aquí inútiles! ¡Dejadme a mi, que lo cojo! ¡Pero dejadme salir de esta caja, que sé dónde está, lo puedo oler! Mientras tanto mi hijo, en su afán por demostrar que a los siete años, y tras la visualización de varios capítulos de «El encantador de perros» uno ya tiene autoridad suficiente como para dominar al perro, no paraba de decirle al pobre can ¡caya Homer! ¡Te he dicho que no ladrés más! ¡Homer, que te cayes he dicho! ¡Pues a César le sale, así que cállate te digo!

Al final conseguimos meter en su jaula al pequeño bicho, pero la historia no termina aquí, no. Al llegar a casa comienza el proceso de sacar las maletas y las cajas del coche. Obviamente no hay nada tan fácil, a menos claro, que tu hija no encuentre a su muñeca favorita y se pase un buen rato subiendo y bajando del coche, metiéndose entre las maletas, entre tus piernas y, después de haber molestado un buen rato, por fin la encuentra. Una pena que la encontrara dentro de la caja del perro toda mordida y babeada ¡Menuda tragedia! ¡Qué estruendo! ¡Qué capacidad pulmonar! Creo que los gritos los pudieron escuchar en Australia. ¿Pero cómo llegó ahí la maldita rubia? Todas la miradas fueron de inmediato hacia mi hijo, quien con cara de no haber roto un plato dijo «¿y cómo querías que callara a Homer?«

Después llegó la hora de deshacer las maletas, salvo la de la pequeña, que esa ya venía deshecha desde que la hizo ella solita para demostrar que era toda una mujercita. Aunque la de mi hijo tampoco se puede decir que fuera una maleta. Más bien era un zoo, con cientos de cajitas, jaulas y tarros de cristal llenos de agua donde había guardado todo bicho viviente que había encontrado durante estos últimos días. Porque lo que ahora quiere ser de mayor es otro David Attenborough. Hasta ha hecho un pequeño documental que muestra cómo se comen un Chupa Chups un montón de horimigas -desafortunadamente sobre el vídeo que hicimos mi mujer y yo en nuestras últimas vacaciones en Venecia.

La hora del baño no fue menos interesante. La pequeña quería bañarse con su hamster para quitarle el chorretón de mermelada que había derramado sobre él minutos antes. Eso sí, el baño tenía que ser con las bermuditas que la abuela, en un alarde de creatividad, confeccionó para tan pequeña bola peluda durante las vacaciones. Menos mal que Tommy se duchó rápidamente y no dio apenas guerra. Bueno, guerra no dio, pero la montó sobre su cama cuando se le cayó el bote de hormigas al intentar investigar qué pasaría si metía un escarabajo con un par de gotas de miel sobre su caparazón de quitina dentro del bote de hormigas que llevaban sin comer un par de días. ¡Menos mal que quedaba un poco de insecticida! Aunque hubo bajas dentro del bando de las hormigas, se pudieron salvar las que todavía estaban en el bote y, eso sí, el pobre escarabajo que todavía no sabía lo que estaba pasando y por qué estaba todo pringoso.

Después del cuento de rigor, arropar a todo el mundo -hasta el hamster, quien desde hacía unos días dormía con un pequeño edredón confeccionado, como no, por la creativa abuela- el beso de buenas noches y dar el paseo al pobre Homer que todavía estaba enfadado por no haberle dejado atrapar a la bola con patas en el área de servicio, pude abrazar a mi mujer y caer rendido sin poder darla las buenas noches y sin agradecerla su inestimable ayuda y paciencia -tanto con los niños como conmigo.

Y ahora vuelve a sonar el despertador, lo que quiere decir que hay que volver al trabajo, a afeitarme todos los días, a ponerme el traje y la corbata aunque en el exterior de los edificios haga una temperatura que supera los 30º Celsius, a sufrir los atascos de la gran ciudad y los empujones del metro a primera hora de la mañana, a ver esas caras largas y esa actitud crispada que parece dar la gran ciudad a todas las personas que entran en ella, a aguantar al jefe -quien mejor haría prestando un poco más de atención a su mujer y sus hijos para evitar que le estén llamando continuamente al trabajo buscando algo de atención, crispandole aún más-, a intentar comprender al cliente -quien ve peligrar su puesto de trabajo si el proyecto no sale bien y cada día que pasa está más y más nervioso, en especial porque la crisis está haciendo que su empresa comience a recortar puestos de trabajo-. En fin, a seguir con la monotonía del trabajo que no ayuda en absoluto a que mis pies quieran tocar el suelo para ponerme en pie y comenzar el día.»

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Cómo puede ayudarme el coaching

domingo, 31 agosto, 2008

En más de una ocasión alguna persona que buscaba un coach se me ha acercado y me ha preguntado ¿cómo me puedes ayudar?

Obviamente puedo responder a su pregunta, sin embargo, es el futuro cliente quien debe determinar si puede beneficiarse de un proceso de coaching.

Para ello, mi recomendación -y la del ICF- es que empiece por resumir lo que desearía obtener de una relación de coaching. Cuando alguien tiene una idea clara del resultado deseado, el coaching puede ser una herramienta útil para desarrollar una estrategia que permita alcanzar la meta con mayor facilidad.

Asimismo, y dado que el coaching es una relación de colaboración, el cliente también debe preguntarse si le parece interesante colaborar, conocer otros puntos de vista y considerar nuevas perspectivas. Del mismo modo es importante saber si uno está preparado para dedicar tiempo y energía a los cambios reales que necesitará aplicar a su vida y su trabajo.

Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, el coaching puede ser un medio eficaz para su crecimiento y desarrollo.

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Coaching vs. Terapia

sábado, 30 agosto, 2008

Si bien hemos hablado del «intrusismo» que existe en el coaching por parte de ciertas personas que se autodenominan coach, lo que está claro -por lo menos a mi entender- es que un coach no es un terapeuta. Esto no quita para que algunas personas que ahora se pasean por la calle o están sentados frente a su ordenador puedan pensar que un proceso de coaching les puede servir como terapia ¡Nada más lejos de la realidad!

Cualquier terapeuta, o coach profesional, podrá decirles las diferencias que existen entre una y otra profesión, pero como tampoco es cuestión de esperar a encontrarse con uno para preguntárselo, aprovecho la ocasión para recalcar los puntos que diferencian a estas profesiones según la propia ASESCO (Asociación Española de Coaching):

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Testimonios de un “coachee”

lunes, 18 agosto, 2008

Todo el mundo puede decir lo bueno que es en su trabajo, lo que puede aportar a su cliente (sea este una organización o un individuo), pero la sociedad nos demanda algo más, quiere tener la certeza de que eres bueno, de que le puedes ayudar con sus problemas, que tienes experiencia en algo similar a lo que él te quiere plantear, busca esa referencia, ese testimonio que le aporte la tranquilidad que busca.

Este post lo dedico a mis clientes y a sus testimonios, los cuales os pueden aportar mucho más de lo que yo haya escrito durante las últimas semanas:

«El coaching a fecha de hoy, está suponiendo un reto no sólo a nivel profesional sino también personal porque gracias a éste estoy consiguiendo focalizar y encaminar mi carrera profesional hacia nuevos proyectos personales que siempre he deseado afrontar pero que hasta ahora no he sabido darles forma. Al mismo tiempo está sacando un potencial y unas posibilidades que estaban, por decirlo de aluna manera, dormidas, obligándome a comunicarme y dialogar con mis propios miedos, inseguridades y deseos, con el fin de materializar en nu tiempo definido el proyecto que actualmente se está gestando.» (R.C.)

«Tuve conocimiento del coaching como técnica de explorar y desarrollar las capacidades de cada uno de nosotros, y aplicarlo a nuestra profesión y a nuestra vida hace unos años a través de una revista. Ya entonces me pareció bastante interesante. Actualmente, en una fase de búsqueda y crecimiento personal, me surgió la ocasión de ser entrenada por un coach y no lo dudé. Claramente me pareció una oportunidad de lujo el tener un entrenador que me ayude con el conocimiento sobre mí misma y mi manera de enfrentarme a las cosas para conseguir mis objetivos profesionales y vitales.» (C.P.)

«El coaching ha sido muy útil para mi, a nivel personal y profesional. Personalmente porque me ha ayudado a comprender el por qué de mis actuaciones, partiendo de sentimientos muy arraigados, que lejos de facilitar la convivencia, podían ponerla en peligro.

Esta concreción la he trasladado de inmediato al plano laboral, de modo que he aprendido a marcar tiempos, sintetizar tareas, establecer prioridades adecuadas, sin menoscabar el trato personal adecuado que conlleva mi puesto de trabajo con múltiples solicitantes de información. Esto ha permitido que la comunicación con superiores y con clientes sea más fluida y relajada, mejorando la operatividad y aumentando el dinamismo de la gestión diaria. Así se han eliminado prácticamente todos los tiempos muertos que ralentizaban la actividad.

Por último, las sesiones han contribuido notablemente a mejorar mi capacidad de ezpresión, ayudando a encontrar las dificultades propias del trabajo y de las relaciones con los demás y,por otra parte, a aumentar la empatía, tan necesaria en los procesos interpersonales.» (M.M.)

«Debido a mis circunstancias, estoy pasando unos momentos bastante difíciles de salud, trabajo y familia, o sea, me han crecido los enanos.

En un principio, me sentía bastante agobiado y desorientado, ya que tengo muchas incógnitas que pueden inclinar mi futuro hacia un lado u otro de la balanza.

Entonces conocí por medio del coaching cómo saber canalizar la energía para tomas las decisiones más adecuadas ante un problema real, y también me está enseñando a sacar el lado positivo de las cosas. Puedo decir que me está ayudando a reflexionar sobre lo que realmente importa a la hora de valorar una situación de cambio en la vida.» (J.C.)

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