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El hombre gentil
sábado, 3 febrero, 2018
Mark había sido nombrado caballero al poco de cumplir la mayoría de edad. Fue en ese momento cuando el herrero de los caballeros reales le ofreció aquella reluciente armadura con la que, montado a lomos de su corcel blanco, comenzaría a cabalgar por los polvorientos caminos del condado ayudando a los desvalidos, ayudando a las mujeres en apuros y haciendo que la justicia de su rey llegase a todos los rincones del reino.
Pasaron los años, y aquella armadura, un día reluciente, comenzó a perder su brillo debido a las inclemencias del tiempo. Pero no sólo había perdido el brillo aquella superficie metálica, sino que también se notaban sobre ella los impactos de las espadas que habían intentado herir en alguna ocasión a su huésped, al fuego que había intentado carbonizarlo en algún rescate, y a algún que otro golpe sufrido en las caídas a caballo en medio de un combate.
Mark también sentía a aquella armadura como algo pesado. Más como una carga del pasado que como algo del presente que le pudiera ayudar. Así que tomó la decisión de quitársela, poco a poco, pieza por pieza, para comenzar así una nueva vida como caballero de una nueva generación. La generación de los hombres gentiles.
Mientras los años pasaron y su armadura había sido restaurada y puesta en el salón para recordar tiempos pasados con sus amigos e invitados, Mark se sentía cómodo siendo cortés y galán con las mujeres, siendo educado, respetuoso y de maneras consideradas y, sobre todo, haciendo lo que era moralmente correcto. En definitiva, siendo un hombre gentil o un caballero de la nueva generación.
Un día, Mark conoció a una mujer de ojos y sonrisa deslumbrante. Una mujer que hizo que su corazón palpitara de nuevo como nunca hasta ahora había palpitado; por lo que se acercó a ella para conocerla y averiguar más sobre quién era, de dónde venía, qué le interesaba y, en especial, si podía tener algún interés por él para poder tener una vida en común.
Aquella mujer respondió de manera positiva a los comentarios de Mark, por lo que muy pronto comenzaron a salir juntos. Aquella mujer venía de un castillo donde los hombres seguían vistiendo sus armaduras cuando salían a cabalgar para impartir la justicia del rey por sus dominios. De un castillo donde los hombres decían a las mujeres lo que tenían que hacer. De un castillo del que ella quería escapar para tener una nueva vida.
Mark no pudo nada más que invitar a aquella mujer a su casa, donde ella podría ser libre de aquellas ataduras, de aquellos lazos que no la permitían desarrollarse como mujer y que la tenían confinada en algo que no era.
Al entrar por primera en el salón de la casa de Mark, aquella mujer no pudo más que fijarse en la armadura que, en un lugar preferente de aquella habitación, mostraba lo que aquel hombre había sido una vez tiempo atrás. La mujer no pudo reprimir su entusiasmo y le pidió a Mark que se pusiera de nuevo aquella armadura que ahora volvía a relucir.
Mark se lo pensó un par de veces antes de desmontar aquel pesado traje de acero que no se había puesto en tantos años. Sin embargo, la insistencia de aquella mujer, quien no dejaba de decir que un hombre no era un verdadero caballero si no llevaba puesta su armadura, hizo que Mark cediera y se pusiera, de nuevo, su armadura.
Pasaron los días, y aquella mujer parecía estar feliz con Mark paseando por los caminos con su armadura. Sin embargo, a Mark, aquella armadura que un día llevó con orgullo, le resultaba pesada y fuera de lugar en los días que corrían, por lo que, sin aviso previo, se la quitó y la volvió a poner de adorno en su salón.
Al ver aquel cambio, la mujer se sintió defraudada, ¿por qué no quería llevar su amado aquella armadura? Ya no lo podría lucir por las calles de la ciudad, ya no podría sentirse cuidada por una persona que no era como los que ella había conocido en su castillo. Unos caballeros con armadura a los cuales tampoco apreciaba y de los que quería huir. Así que, decidió que, si su amado no volvía a ponerse su armadura, ella partiría de nuevo hacia su castillo donde esperaba encontrar a un hombre de reluciente armadura que la cuidara.
Mark lo pensó detenidamente durante muchos días y, aunque amaba a aquella mujer que un día apareció en su vida y a la que intentaba salvar de las garras de su vida pasada, decidió que la carga que tendría que soportar con su antiguo traje de metal, era una carga que no estaba dispuesto a realizar; ya que llevaba años formándose como un hombre gentil, un caballero de su tiempo, sin tanto peso que llevar sobre sus hombros, sin que si imagen fuese lo más importante, sino sus acciones y su interior; por lo que dejó partir a aquella mujer hacia su castillo, donde esperaba encontrar la felicidad.
Los caballeros no siempre llevan elegantes y relucientes armaduras, sino que pueden llevar trajes más livianos que les facilitan los movimientos, con los que están más cómodos y con los que pueden seguir siendo hombres gentiles con las personas que les rodean y, en especial, con las que quieren.
Lo más importante en una pareja no es el exterior, ya que este, con el tiempo, se va marchitando, sino que lo más importante es que haya cosas en común, que ambas partes se quieran, comprendan y ayuden a desarrollarse, con paciencia y amor todos los problemas son más sencillos de solucionar.
Pero intentar que una persona sea como uno quiere que sea puede hacer que la otra parte pierda su personalidad, su singularidad, comenzando así una lucha en la que ninguna de las dos partes va a salir ganadora.
De igual manera, el saber qué es lo que uno quiere es importante ¿queremos que se nos trate como hace cincuenta años o queremos ser una persona de hoy en día? Está claro que todo no lo podemos tener, por lo que tendremos que decidir qué es lo más importante para cada uno de nosotros.