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Piratas del Caribe
jueves, 17 febrero, 2011
Cuando éramos pequeños nos entusiasmaban las películas donde unas personas crueles, despiadadas, andrajosas y desaliñadas, surcaban los siete mares en busca de tesoros escondidos en islas paradisíacas. Tal era nuestra pasión por estos personajes que en alguna fiesta de disfraces nos ocultamos detrás de una barba y aparentamos ser toscos y sin pulimento, aunque nuestro escaso metro de estatura y nuestra aguda voz hicieran sonreír a más de uno de los presentes.
El paso del tiempo no ha mermado nuestra pasión por estos personajes, tal vez porque su carácter rudo y varonil siga atrayendo de forma inconsciente a las más bellas damiselas, o quizá porque vivían una continua aventura, o quien sabe, por esa ambición que los hacía buscar incansablemente tesoros por todo el mundo.
Es probable que sea esto último lo que haga que tengamos esa conexión con estos saqueadores tan glamourosos en la gran pantalla. Es posible que a fecha de hoy nosotros también estemos buscando un tesoro, pero no un tesoro en forma de monedas de oro ni joyas, sino en forma de pareja sentimental.
Buscar una pareja puede ser como buscar un tesoro. Los piratas buscaban su tesoro surcando los mares de Norte a Sur, de Este a Oeste. Nosotros atravesamos la ciudad para ir a trabajar, para ir al gimnasio, para hacer la compra, para ir a divertirnos. Al igual que ellos buscamos una isla interesante donde fondear y descansar.
En nuestro caso las islas pueden ser las personas con las que nos cruzamos todos los días. Y al igual que nuestros amados personajes, también buscamos una señal que nos permita saber si el tesoro está escondido allí o no. De no recibir ninguna señal es posible que nos arriesguemos y nos adentremos en la espesa jungla, con la posibilidad de que aparezcan los aborígenes de turno y nos comiencen a perseguir con sus lanzas en alto.
Si la isla no ha sido allanada recientemente, es posible que los nativos con los que nos encontremos sean pacíficos y nos dejen tranquilos mientras reconocemos el terreno. En el mejor de los casos podrían invitarnos a comer en su mesa e incluso culturizarnos en alguna de sus tradiciones.
Según los oriundos de la zona vayan tomando confianza con nosotros nos irán mostrando sus tesoros, riquezas que quizá para nosotros no sean de gran valor inicialmente, pero que con el tiempo podremos verles su utilidad y su razón de ser.
En el fondo todos llevamos un pequeño pirata dentro de nosotros que nos hace buscar nuevas aventuras cada día, que nos incita a buscar tesoros escondidos en el centro de una isla rodeada por una jungla y protegida por animales salvajes y aborígenes agresivos. Pero ¿qué sería de nuestra vida si todo fuera fácil y sencillo, si no fuese una continua aventura? ¿Qué pasaría si no tuviésemos ese afán por encontrar ese tesoro escondido?