Artículos etiquetados ‘coaching personal’
Gestión del cambio
lunes, 19 julio, 2010
El cambio es algo que está presente en nuestras vidas desde el momento en que somos concebidos. Los cambios celulares de los que no somos conscientes no nos suelen preocupar, a menos que estos degeneren en una enfermedad que sea detectada. Sin embargo, aquellos cambios que se producen en nuestro entorno y que afectan a nuestra identidad o forma de vida son contra los que nos revelamos y debemos aprender a gestionar.
Hace unos días el gimnasio al que acudo habitualmente cambió de instalaciones. Aunque el nuevo local es más grande y algunas de sus máquinas y servicios son completamente nuevos, un gran número de personas no estaban del todo contentas con la distribución de las máquinas, la entrada a las salas, los vestuarios, o cualquier detalle que fuera diferente a lo que ellas estaban habituadas, siendo algunas de las frases más escuchadas: «el otro gimnasio era mejor«, «me voy a ir de aquí«, «esto no me gusta nada«.
En nuestra vida sentimental los cambios tampoco son bien recibidos. Si no tenemos pareja y comenzamos una relación con una persona nueva, la entrada de ésta en nuestras vidas, y más en concreto en nuestra casa, puede hacer que nuestro cuerpo experimente sensaciones hasta entonces desconocidas debidas a los comportamientos de la otra persona que nos estresan sin razón aparente. Cuántas veces habremos escuchado: «es que me lo cambia todo de sitio«, «es que me quiere redecorar la casa«, «es que me quita el mando de la televisión«, «es que me deja los calcetines sobre el sofá«, «es que no mete las cosas en la lavadora«.
Algo parecido ocurre cuando nuestros hijos vuelven al hogar familiar a pasar unos días de vacaciones. Y no digamos nada si estos vienen acompañados por su pareja e hijos. En estos casos los progenitores experimentan un desasosiego que puede terminar colmando el vaso y haciendo que un camino de rosas se convierta en un auténtico calvario si no se tiene un poco de sentido del humor.
Ante un cambio las personas se pueden resistir e intentar no amoldarse a dicho cambio. En el caso del gimnasio los clientes se pueden ir a otro gimnasio de la zona; frente a una relación de pareja puedo ir yo a su casa en vez de que venga la otra persona a la mía, o romper la relación si no nos lleva a ningún sitio; en vacaciones puedo buscar otro lugar donde pasar mi tiempo libre que no sea molestando a mis padres o a los de mi pareja; y en el caso de un trabajo… ¡me puedo buscar otro!
Todo cambio que suframos en nuestra vida personal es, en mayor o menor medida, importante para nosotros. En esos momentos es normal que algunas personas tengan miedo a ese cambio porque tal vez crean que al cambiar dejarán de ser ellas mismas: «Si cambio ya no soy yo«.
Por el contrario, otras personas consideran que el cambio es positivo, que las aporta nuevas oportunidades de crecimiento y desarrollo. Estas personas están dispuestas a adaptarse a los cambios porque tienen en su mente un objetivo superior al mero hecho de dejar de ser ellas mismas: crecer como personas.
En cualquier caso hay que tener en cuenta que las personas pueden cambiar, si bien la velocidad de adaptación a la nueva situación dependerá de la edad de la persona, su bagaje cultural y su forma de ser.
También es importante tener en cuenta que los cambios progresivos son menos impactantes y obtienen menos rechazo que aquellos que son de un día para otro y a la persona le supone un cambio drástico en su forma de actuar. Por eso las grandes empresas llevan años desarrollando sus departamentos de recursos humanos en el área de gestión del cambio, para que sus empleados puedan ser ayudados de forma progresiva con la adaptación de la empresa a su nuevo entorno empresarial, tanto en relación con las nuevas tecnologías como en los cambios debidos a una crisis económica.
Un coach puede ayudar a las personas a sobrellevar un cambio drástico a través de la metodología empleada en el coaching, así como a aquellas personas que consideren que su vida personal o profesional debe cambiar para poder conseguir de una vez por todas sus objetivos. El desarrollo de habilidades interpersonales es un buen ejemplo de cambio en el comportamiento que beneficia a la persona en su entorno laboral y personal.
Sentido del humor
viernes, 23 abril, 2010
La productividad de los trabajadores es una asignatura que a más de un Consejero o Director General le trae de cabeza durante su mandato en una organización. Para incentivar a sus empleados los comités de Dirección se pasan horas elaborando nuevas y complicadas fórmulas que motiven a sus trabajadores a actuar de forma más eficaz. Sin embargo, y a pesar de todas las medidas adoptadas durante la última década, la productividad de un gran número de empresas españolas sigue siendo el gran caballo de batalla de los directivos.
De un tiempo a esta parte las empresas estadounidenses, líderes en temas relacionados con el desarrollo de habilidades de liderazgo, vienen midiendo no sólo el IQ o coeficiente intelectual de sus empleados, sino también el FQ o coeficiente humorístico. La razón de esta nueva medición no es otra que aumentar la productividad de la empresa, ya que según los estudios realizados, las condiciones de diversión aumentan el rendimiento de los trabajadores.
Un claro ejemplo de esta nueva forma de trabajar es Google, empresa fundada por Larry Page y Sergey Brin en septiembre de 2000, que en poco menos de siete años se convirtió en la marca más valiosa del mundo, alcanzando la suma de 66.000 millones de dólares y superando a empresas tan emblemáticas como Microsoft, General Electric y Coca-Cola. Esto fue posible gracias a la filosofía de sus fundadores que decían que «el trabajo debe ser un desafío y el desafío, una diversión«.
Tal y como destaca el psicólogo Eduardo Jáuregui, los beneficios del sentido del humor en la empresa son:
- atrae y retiene a los recursos humanos más valiosos
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potencia la salud y las capacidades del empleado
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fortalece la motivación individual y colectiva
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estimula la innovación
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optimiza la comunicación interna
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favorece el aprendizaje
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cohesiona los equipos humanos
Hay que tener en cuenta que una persona con sentido del humor no es la que cuenta más chistes, ni la que hace más el payaso, sino la que responde con actitud positiva a los retos con los que se encuentra en su día a día. El sentido del humor evita que nuestras emociones se vean secuestradas, creando entornos más relajados para la toma de decisiones y más favorables para dar solución a conflictos.
La experiencia nos confirma que las personas que dominan esta habilidad son capaces de dar feedback negativo a sus compañeros de forma directa con tal destreza que la persona aludida no se siente ofendida, es más, se puede sentir motivada para cambiar, para hacerlo mejor la próxima vez y hasta sentirse de alguna forma más unida a la personas que le está proporcionando la retroalimentación.
Por último sólo me cabe decir que el sentido del humor no sólo aumenta la productividad de los trabajadores y crea un entorno de trabajo más agradable, sino que también nos protege de manera inconsciente contra el estrés, tan habitual en estos tiempos.
¿Cuánto puedo cambiar?
jueves, 11 marzo, 2010
Si preguntas a tus amigos si una persona puede cambiar de forma de ser es posible que la gran mayoría te responda de forma automática con un rotundo «¡no!«. Sin embargo, si preguntas si una persona puede cambiar sus comportamientos puede que tarden unos segundos y respondan con un «tal vez«. Efectivamente, las personas pueden modificar sus comportamientos de forma consciente o inconsciente, y por ende, su forma de ser. Dicho esto ¿cuánto puede cambiar una persona en un plazo de tiempo determinado?
Comencemos diciendo que se entiende como cambio del comportamiento de una persona la adquisición de una nueva manera de actuar o proceder que tiene permanencia en el tiempo, excluyendo así cualquier actuación puntual que, mediante amenazas, se haya ejercido sobre la persona para obligarla a obrar en un sentido contrario al de sus principios básicos.
Dicho esto realicemos ahora un pequeño ejercicio para comprender mejor cuánto puede cambiar una persona. Escoge a un compañero o amiga que se encuentre a tu alrededor. Ponte frente a ella y observa durante un par de minutos a dicha persona, la ropa que lleva, los accesorios, el pelo. Ahora daros la vuelta y cambiad cinco cosas de vuestra persona sin que el otro os vea. Cuando hayáis acabado giraros para volver a estar el uno frente al otro. Observa de nuevo a la otra persona e identifica las cinco cosas que ha cambiado en ella.
Si no tienes a nadie a tu alrededor mientras lees este artículo también puedes hacer este ejercicio. Lo único que tienes que hacer es cambiar cinco cosas en ti o también puedes hacerlo frente a un espejo donde puedas observar tu cuerpo entero.
Para rizar un poco más el rizo daros la vuelta de nuevo. Cambiad ahora otras cinco cosas. Si estas solo no hace falta que te des la vuelta, directamente cambia esas cinco cosas. Cuando hayáis acabado volved a poneros el uno frente al otro e intentad identificar las cinco cosas que la otra persona ha cambiado en esta ocasión.
Llegados a este punto sólo me resta dar mi más sincera enhorabuena a aquellas personas que hayan identificado las diez cosas que ha modificado la persona que tenían frente a sí, concluyendo así este simple ejercicio.
Como habréis podido observar las personas tenemos cierta facilidad a la hora de cambiar algunas cosas. A muy pocas personas les habrá costado esfuerzo cambiar las cinco primeras cosas por muy atónitos que se hayan quedado al escuchar la petición. Algunos se habrán cambiado el reloj de muñeca, o se habrán quitado la sortija del dedo y se la habrán guardado en un bolsillo, o se habrán descalzado, o incluso se habrán podido hacer una hermosa coleta utilizando el pañuelo que llevaban puesto. Estas modificaciones que hemos realizado en nuestra persona son cambios superficiales que apenas han supuesto una distorsión sobre nuestra identidad.
Este tipo de cambios existen en nuestra vida diaria sin que apenas nos demos cuenta de ellos. Es posible que sean tan insignificantes como tomar una cucharada de azúcar con el café en vez de dos, sustituir el propio café por un té o una infusión, cambiar la leche normal por la desnatada o incluso la de soja, etc. Son cambios que realizamos sin apenas esfuerzo y que sin modificar drásticamente nuestra forma de ser ni nuestra identidad nos permiten llevar una vida más sana o más equilibrada, por ejemplo.
Ahora bien, al proponer cambiar cinco cosas más, es posible que algunas personas hayan puesto el grito en el cielo: ¡imposible!; o se hayan indignado: ¡pero qué quiere que cambie ahora!; o incluso sorprendido: ¿más cosas? Aún así se han puesto manos a la obra, se han estrujado un poco más el cerebro y, al final, han conseguido cambiar cinco cosas más: la corbata en la cabeza a modo Rambo; los pantalones subidos hasta las rodillas como si estuviera paseando por la playa; la chaqueta del revés; el collar en la muñeca o el pelo recogido en un moño pinchado con dos lápices.
De igual manera este tipo de cambios también se dan en nuestra vida cotidiana. El hecho de dejar de fumar, o de no ingerir cierto tipo de grasas, o carne roja, pueden ser un buen ejemplo de ello. Estos cambios suponen un esfuerzo inicial hasta que logramos convertirlos en hábitos, pero sabemos que si lo conseguimos reduciremos nuestro colesterol, la probabilidad de padecer un infarto de miocardio o incluso una insufrible gota en el pie. La formación de nuevos hábitos suele llevar entre 22 y 33 días según los expertos.
Todo esto está muy bien, pero lo realmente curioso e interesante de todo el proceso de cambio está en dos momentos concretos. El primero de ellos al comenzar el ejercicio. ¿Has llegado a comenzar el ejercicio? Es muy probable que la mayoría de las personas que han leído estos párrafos ni siquiera lo hayan intentado. Estas personas habrán leído lo que decían los diferentes párrafos del ejercicio y, sabiendo lo que tenían que hacer, no habrán hecho nada. A lo sumo habrán realizado el ejercicio mentalmente, pensando para sus adentros: «me cambiaría el reloj, me quitaría los zapatos o me pondría un collar«, pero no han pasado a la acción.
No es la primera vez que me encuentro con personas que me dicen: «yo ya sé cuáles son mis objetivos» o «yo ya sé lo que tengo que cambiar» pero luego no hacen nada, no lo llevan a la práctica y se quedan como al principio. Estas personas no están disponibles para cambiar, no pueden comenzar un proceso de coaching porque tienen otras cosas en su cabeza, o tal vez tengan ciertos miedos irracionales que les impiden moverse de donde están, o están muy cómodos donde ahora se encuentran, o su forma de ser les aporta ciertos beneficios a los que no están dispuestos a rechazar.
El segundo momento de interés ha sido al finalizar el ejercicio. ¿Has vuelto a poner las cosas que habías cambiado en su sitio original? Si es así ¿quién te ha dicho que lo hagas? ¡porque yo no! Este comportamiento tan sólo nos demuestra que aunque nadie te diga nada, las personas tendemos a volver al lugar donde nos encontramos a gusto, en el que nos sentimos cómodos. Puede que algunas personas se hayan vuelto a poner el reloj en la muñeca, el anillo en el dedo y el pañuelo alrededor del cuello de forma casi inconsciente.
Estas personas se sienten cómodas en ese estado, por lo que vuelven a ese punto como un muelle retorna a su posición inicial. Por el contrario, otras personas habrán devuelto a su posición inicial sólo parte de las cosas que se habían cambiado de lugar, pero no todas. Esto nos demuestra que las personas podemos cambiar, pero tanto y tan deprisa como nos permita nuestra incomodidad. De hecho, el coach busca sacar a las personas de su círculo de comodidad para que puedan ampliarlo y así mejorar y desarrollarse, ampliando su punto de vista y desarrollando su creatividad para obtener más opciones y alternativas a un mismo problema.
La paradoja de la vida
sábado, 19 diciembre, 2009
Una enfermedad, un accidente, la vejez o la falta de alimentos son algunas de las causas que provocan al cabo del día miles de muertes en nuestro planeta. Aunque todos sabemos que la muerte está ahí y que es nuestro irremediable destino como humanos que somos, siempre pensamos que falta mucho para que nos toque a nosotros, y que tenemos una eternidad por delante para hacer todo aquello que tenemos pendiente de realizar.
El ser inmortal como Christopher Lambert en la película Los inmortales puede tener sus ventajas, siendo la primera de ellas que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer aquello que queramos. Lo curioso de todo esto es que si viviésemos eternamente, no haríamos nada. De hecho ¿cuántas veces hemos estudiado para un examen el último día? ¿Cuántas veces hemos dejado algo para el último minuto?
Las personas tenemos la extraña habilidad de hacer las cosas cuando vemos que el evento es inminente. De igual manera tendemos a ser más eficientes cuando nos dan un margen limitado de tiempo para realizar una actividad que cuando nos dan un tiempo excesivo para llevarla a cabo. Curiosamente el tiempo que tenemos para estar en este mundo es limitado, por lo que deberíamos ser más eficientes a la hora de conseguir nuestros objetivos.
El problema con la vida es que nadie sabe cuánto tiempo de vida le queda, ni siquiera los grandes oncólogos saben cuánto tiempo de vida les queda a sus pacientes terminales, llegando a tener desviaciones de meses e incluso años en algunos casos.
La buena noticia es que cuando nos damos cuenta de que nuestra vida tiene un fin, aunque no sepamos cuándo va a llegar, nos ponemos manos a la obra para conseguir aquello que tanto deseamos, y que se puede resumir en ser feliz.
Por lo tanto ¿a qué esperas para conseguir tus objetivos? ¿A mañana? Tal vez mañana sea demasiado tarde para amar a esa persona que te completa, o conseguir ese trabajo que te realiza como profesional, o ese hobby que te relaja, o cualquier otro objetivo que tengas en mente. No esperes más ¡comienza hoy mismo!
La mujer imperfecta
jueves, 17 diciembre, 2009
Algunos de los cuentos que nos contaban en nuestra infancia representaban a la mujer como a una persona simpática, cálida, dulce, con dotes para el canto y el baile, con la casa siempre impoluta y con una imagen radiante a cualquier hora del día. Se podría decir que una mujer perfecta en muchos sentidos. Sin embargo ¿cómo afectan estos mitos de infancia a la mujer moderna?
Asumamos que existe la mujer perfecta, al igual que puede existir el hombre perfecto. Esta mujer no sólo tendría las capacidades y competencias para hacer todo lo descrito anteriormente, sino que además tendría una vida laboral donde desempeñaría su trabajo de forma magistral en las nueve o diez horas que pasaría en él diariamente.
Si esto fuera así, la mujer actual dejaría de ser Ceninicienta (por mucho coach que pueda tener) para pasar a ser Superwoman, una mujer que puede con todo, que hace las cosas rápido y bien, y además tiene tiempo para estar con sus amigos y compañero sentimental. ¿Es en esto en lo que se ha convertido la mujer actual, en una supermujer?
Es posible que algunas mujeres de nuestra sociedad se hayan convertido inconscientemente en supermujeres, sin embargo hay que tener presente que los superhéroes también son imperfectos. Por ejemplo, Superman es sensible a la kriptonita, un fragmento de roca de su planeta natal que lo deja totalmente indefenso mientras está expuesto a su radiación; y Batman o Spiderman son tan humanos como nosotros, por lo que tienen las mismas debilidades y flaquezas que cualquier humano, por mucho traje antimisiles que se ponga o detector arácnido que tenga.
Pero lo más curioso de todo es que estos superhéroes no tienen una vida completa, es decir, no tienen familia, ni niños con los que lidiar al llegar a casa. Cada vez que alguno de ellos comienza un romance, es muy posible que termine en fracaso. Cuando alguno de ellos intenta casarse, la boda termina arruinada por alguno de los supervillanos. Siempre están a un tris de conseguir su plenitud, pero apenas pueden rozarla con la punta de los dedos, quedándose en algo más platónico que otra cosa.
Así, es posible que algunas supermujeres de nuestros días también se encuentren con estas dificultades que tienen los superhérores a la hora de realizarse como personas. Esto puede producir una gran frustración si la mujer ve que no es capaz de conseguir aquello que se ha propuesto en el tiempo estimado. Es la propia mujer la que, para su desgracia, se ha auto-impuesto esa imagen de perfección, de poder llevarlo todo a cabo en el tiempo que estamos en este planeta.
La buena noticia es que tanto el hombre como la mujer somos imperfectos, que ambos buscamos esa imperfección perfecta para mitigar nuestros defectos y sentirnos completos tanto como personas como profesionales. Ahora sólo queda saber qué es lo que impide que nos quitemos la capa y nos volvamos humanos, igual que hizo Superman en una ocasión.
El yo disponible
domingo, 13 diciembre, 2009
Muchas veces nos encontramos con personas a las que damos consejos en función de nuestra experiencia personal para que su vida les vaya algo mejor. Sin embargo, también son muchas las ocasiones en las que esos consejos caen en saco roto, no surten ningún efecto, nada cambia en esa persona, sólo conseguimos que aumente nuestra frustración al ver que todo sigue igual ¡a pesar de los maravillosos consejos que he dado!
Cierto, los consejos han podido ser muy buenos, no obstante debemos comprender a la otra persona. Debemos comprender que esa persona puede tener ciertas obsesiones que la están bloqueando en ese momento, impidiendo que pueda actuar en la dirección que quiere.
Para que una persona pueda actuar para conseguir sus objetivos tiene que estar disponible, no debe tener ninguna interferencia que la impida actuar en la dirección marcada, es entonces cuando decimos que tiene el yo disponible y puede comenzar a cambiar su vida.
Para que el coaching sea efectivo, el cliente tiene que estar libre de impedimentos para alcanzar las metas marcadas, tiene que estar disponible. De igual forma, las personas con las que nos topamos cada día tien
Valores enfrentados
viernes, 11 diciembre, 2009
No es raro escuchar en la radio, ver en la televisión o leer en los periódicos alguna noticia relacionada con altercados entre jóvenes y la policía, alumnos y profesores, e incluso entre hijos y padres. La juventud actual, esos jóvenes que dentro de pocos años serán las personas que lideren nuestras empresas y nuestras vidas parecen estar desquiciados. Pero ¿están desquiciados o perdidos?
¿Es normal que se tengan que implantar leyes que den autoridad a los profesores para protegerse de los alumnos e incluso de los padres de estos? Es posible que hayamos pasado de un estado autoritario donde el profesor hacía aprender la lección a sus alumnos con sangre, a unas aulas tan democráticas que el alumno está al mismo nivel que el maestro y donde prevalece la anarquía del alumnado.
¿Es normal que unos jóvenes de clase media asalten una comisaría de policía? Hace unas décadas puede que fuese un comportamiento para reivindicar un estado opresivo de una dictadura que soportaban pero ¿y hoy en día?
¿Qué es lo que nos quieren decir los jóvenes con estos comportamientos? ¿Qué es lo que no estamos escuchando mientras los jóvenes nos lo piden a gritos? ¿Qué nos hemos dejado por el camino que nos puede ayudar a recuperar el equilibrio sin implantar más leyes? ¿Qué estamos ignorando los adultos?
Tal vez seamos los adultos, los actuales líderes de esta sociedad, los responsables de la muerte de los cuentos, y con ellos de la destrucción de los valores fundamentales de nuestra sociedad y de nuestra juventud.
¿Dónde hemos dejado la libertad que tantos años les costó recuperar a nuestros padres y abuelos? ¿Y el respeto a nuestro compañero o vecino? ¿Y el esfuerzo como medio para conseguir nuestro objetivo?
La buena noticia es que podemos elegir recuperarlos e incluirlos de nuevo en nuestras vidas y, como responsables de nuestros hijos, inculcárselos con el ejemplo para que ellos, posiblemente perdidos, vuelvan a encontrar su propio camino y su identidad.
Saber delegar
jueves, 10 diciembre, 2009
Si preguntásemos a todos y cada uno de los empleados de una empresa ¿qué porcentaje de tu tiempo en el trabajo empleas en tareas que podrían ser realizadas por una persona con menos experiencia, sabiendo que se le ha formado para encargarse de ello con calidad? Nos sorprendería encontrar que el resultado medio es frecuentemente tan alto como el 40-50%.
Este mal hábito reduce los beneficios, afecta negativamente a la motivación y la moral de los empleados, reduce las capacidades competitivas de la organización y, adicionalmente, evita que los profesionales con más experiencia puedan emplear más tiempo con los clientes, invirtiendo así en el futuro de la empresa.
Ante la pregunta ¿por qué no delegas más en tus subordinados? es habitual escuchar respuestas como: prefiero hacerlo yo mismo o, tengo más confianza en que se haga bien si lo hago yo. ¿A qué miedo se enfrentan estas personas? ¿Qué las impide delegar?
En ocasiones es el propio sistema el que impide que los profesionales deleguen más en sus subordinados a través de los propios sistemas de medición y recompensa. Una de estas medidas de presión es la cargabilidad o utilización de los recursos humanos, por la que una persona tiene que facturar un mínimo de horas al cliente durante el mes para no ser echado a la calle, en especial en estos tiempos de crisis económica.
Otra de las razones que obliga a desarrollar esta tendencia para no delegar es la desgana a invertir tiempo en el entrenamiento y supervisión de una persona para conseguir una buena delegación. Aquí oiremos razonamientos del tipo: a una persona con menos experiencia le llevará hacerlo mas tiempo de lo que me llevará a mi, y además tendré que gastar tiempo en su supervisión.
Por último está el miedo a lo desconocido, lo que tendrá que hacer este profesional si entrega el trabajo a sus subordinados: prestar atención a las cuestiones de marketing, servicio al cliente, trabajar en tareas propias de su nivel. Si existe una buena delegación será necesario encontrar actividades sustitutivas que realmente cuadren con las habilidades y el nivel de experiencia profesional de la persona en cuestión.
Todas estas razones pueden estar muy bien de cara a uno mismo y los compañeros, sin embargo, no son un argumento válido para mantener personal ineficiente en la empresa. La buena noticia es que las empresas descubrirán que tienen grandes oportunidades en este área y que el dolor de cambiar los hábitos de sus empleados puede ser recompensado por los beneficios futuros y mitigado en parte con la ayuda de un proceso de coaching ejecutivo.
Muerte de un cuento
miércoles, 9 diciembre, 2009
Los cuentos, esas narraciones breves de ficción que nos contaban nuestros padres antes de apagar la luz de la mesita de noche y dormirnos, se mueren.
¿Cómo se puede morir caperucita roja, los tres cerditos, el pastorcillo mentiroso o incluso el lobo de esos relatos? Es posible que los cuentos no mueran como tal, ya que los libros en los que están escritos no desaparecerán, pero es posible que su muerte sea más sutil, que vayan muriendo al no ser capaces de transmitir a las nuevas generaciones los valores que durante tantas noches nos inculcaron antes de cerrar los ojos y comenzar a soñar con los angelitos.
Los cuentos han sido durante generaciones el reflejo de los valores que debían tener las personas. Así, la hormiga era la previsión y el ahorro frente al despilfarro y el vivir al día de la cigarra. Pero ¿cómo podemos mantener estos valores en una situación de crisis económica como la actual, cuando nuestra sociedad tiende al consumismo más atroz de su historia, cuando las familias están hipotecadas hasta las cejas y apenas pueden llegar a fin de mes, e incluso cuando los políticos penalizan a las familias que han ahorrado su dinero en previsión de lo que les pueda ocurrir en el futuro?
¿Estamos perdiendo nuestros valores más básicos? La buena noticia es que si es así, aún estamos a tiempo de recuperarlos. ¿Cómo puedo recuperar esos valores que no sé siquiera que tengo?
Lo primero es identificar los valores que considero importantes: la salud, la familia, la honestidad, la humildad, el dinero… Una vez identificados deberé priorizarlos para saber cuál es su orden en mi vida y así poder vivir de acuerdo a ellos, formando una nueva identidad de quién soy.
Tal vez perdamos todo, pero no podemos perder nuestros valores, porque son estos los que forman nuestra identidad, y ésta, aunque evolucione con el tiempo, siempre nos acompañará.
Mandar o liderar
lunes, 7 diciembre, 2009
El Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo hace unas semanas: «Quien quiera mandar, que se presente a las elecciones«. Si bien no es este un foro político donde analizar sus palabras o el mensaje que quiso enviar realmente a la oposición, si me parece interesante resaltarlas para mostrar una forma de pensar que puede resultar bastante común en nuestro país.
«Quien quiera mandar, que se presente a las elecciones.» ¿Qué nos sugieren estas palabras? Desde mi percepción es obvio que está dejando claro a sus contrincantes que si quieren dirigir el país tendrán que quitarle su puesto de trabajo como Presidente. Hasta aquí nada que reprochar al Presidente. De hecho, en cualquier organización empresarial pasa lo mismo. Si alguien quiere dirigir una organización deberá estar en algún puesto de responsabilidad desde donde poder cambiar una situación concreta.
Sin embargo, la frase «Quien quiera mandar» llama mi atención, y en concreto la palabra mandar. ¿Cuál es la responsabilidad de un directivo o dirigente, mandar o liderar? ¿Ponemos a gente que sepa mandar en los puestos importantes o a personas que sepan liderar al equipo?
Mandar parece algo sencillo. Algo que casi todos podemos hacer. Sólo hace falta que nos den la autoridad suficiente, que nos pongan en un puesto por encima del grupo al que tenemos que dirigir y… ¡voilà! Ya tenemos a una persona mandando y diciendo lo que cada uno tiene que hacer.
Ahora bien, liderar parece algo más complicado. No todo el mundo parece estar capacitado para liderar, y de hecho tampoco nos encontramos con tantos líderes al cabo del día. En muchas ocasiones las personas compensan su falta de liderazgo con la fuerza que les otorga su puesto dentro de la organización.
La buena noticia es que podemos aprender a ser líderes y despojarnos de esa percepción de autoridad y mando que podemos desprender en nuestro entorno laboral a través de la formación en habilidades interpersonales y el entrenamiento diario en aquellas competencias que definan a un líder. Aquí puede ser de gran ayuda la empresa en la que nos encontramos, ya que, si bien hay algunas competencias que pueden ser transversales en los líderes como la comunicación y la motivación, otras pueden ser más específicas de la empresa en la que nos encontremos.
Así que tal vez debamos modificar nuestros comportamientos para encontrar que cada vez tenemos más seguidores, antes de que nos topemos de bruces con una rebelión a bordo.