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Todo va mal
lunes, 1 noviembre, 2010
Hay momentos en nuestra vida en los que parece que todo nos sale mal: nos reducen el sueldo debido a la crisis, comenzamos a tener achaques hasta ahora impensables, nuestra relación de pareja se deteriora por el paso del tiempo, salimos menos a divertirnos con nuestras amistades de toda la vida y la mayor parte de nuestro tiempo libre lo dedicamos a preocuparnos por el futuro de nuestros hijos que parecen no salir adelante. Pero esto que parece malo… ¡puede ir peor!
El mundo no es perfecto, por lo que lo normal sería que en nuestra vida tuviésemos momentos buenos y otros malos. La proporción de unos y otros no se puede precisar con exactitud, pero lo que parece cierto es que hay instantes donde la conjunción de los planetas hacen que todo vaya, no mal, sino peor. No importa lo que hagamos, seguro que sale rana. En el trabajo hay una bajada de sueldos… a mi me despiden. Las relaciones de pareja tienen sus fluctuaciones… la mía termina en separación. Algunas amistades tienen achaques puntuales… yo no puedo despegarme de la cajita de pastillas ni un momento por miedo a tener un ataque al corazón o una subida del colesterol.
Todas las desgracias parecen suceder en el mismo intervalo de tiempo, como si hubieran estado esperando mi peor momento para hacer su presencia en sociedad. Todas juntas, a la vez, de golpe y porrazo. Es en estos momentos cuando la persona comienza a preguntarse qué pasa a su alrededor, si alguien la ha echado un mal de ojo, o qué ha hecho para merecerse lo que la está cayendo encima.
Frente a esta situación las personas actúan de diferentes maneras. Unas lo aceptan con total parsimonia, pudiendo achacarlo al destino o a un ente supremo sobre el que ellas poco o nada pueden hacer. Estas personas parecen vivir la vida en función de lo que el destino las depare, aludiendo que para qué van a hacer nada si el destino ya está escrito.
Otras lo achacan a los demás. Son las personas que tengo a mi alrededor las que tienen la culpa de que a mi me ocurra esto. Son ellas las que me tratan sin respeto, las que me mueven de un sitio a otro, las que me tratan mal. Ante estos vapuleos lo único que puedo hacer es sacar mi genio y agresividad para protegerme de las personas de mi entorno.
Es posible que ha fecha de hoy todavía no seamos capaces de prevenir ciertas enfermedades genéticas, pero lo que parece estar claro es que la forma en la que afrontemos nuestros problemas es decisivo en el resultado que obtenemos. Las cosas pueden suceder por alguna razón, o sin razón alguna, pero son mis comportamientos los que harán que esa situación mejore o empeore de forma considerable.
Si mi relación de pareja está en un momento delicado no implica que vaya a terminar en separación, es más, en función de cómo lo afronte puede terminar reforzando mi matrimonio. Si en la empresa están recortando los sueldos no implica que a mi me vayan a echar, siempre puede darse el caso de que surja una oportunidad de trabajo hasta el momento impensable por cómo estaba estructurada la empresa.
Las cosas son del color del cristal con las que las observamos. Por eso es tan importante que nuestros cristales no sean tan oscuros que no nos permitan ver el lado positivo de las cosas, ya que esa positividad será la que nos permita afrontar las situaciones difíciles con otro espíritu. Un espíritu que puede darnos alas para salir airosos y reforzados de la experiencia.
Pero no sólo se trata de ser positivos ante las situaciones difíciles, sino de tener el comportamiento adecuado. Los comportamientos los podemos modificar, y es este cambio el que nos permite ser percibidos por los demás de forma diferente. Pero para ello debemos ser sujetos activos, tomar las riendas de nuestro destino y pasar a la acción. Las cosas pueden ir mal, pero a partir de ahora irán mejor para mi.
Autosabotaje
viernes, 19 septiembre, 2008
La Real Academia define el sabotaje como una «oposición u obstrucción disimulada contra proyectos, órdenes, decisiones, ideas, etc.» Y si hablamos de disimulo… ¡quién mejor que uno mismo para que no te des cuenta de nada!
Así que podemos entender el autosabotaje como la oposición de «mi yo más interno» contra mis proyectos, decisiones, ideas, etc.. ¡Qué locura! – podrá decir más de uno. Sin embargo ¿no te ha pasado alguna vez que…
- … te apuntas a un gimnasio, pero vas un día o no vas en absoluto?
- … quieres adelgazar unos kilos, pero rompes el régimen comiendo cualquier cosa?
- … deseas cambiar de trabajo, pero no envías el currículo a las empresas que te interesan?
- … postergas decisiones, aunque sabes que así pierdes oportunidades y el tiempo sigue pasando?
¡Eso es autosabotaje! ¿Y cuáles son las causas más frecuentes?
- La fuerza del hábito: para llegar puntual a mis citas no tengo que salir con el tiempo justo de casa y debo prever las incidencias del tráfico, por lo tanto debo cambiar mis hábitos.
- Comodidad: es más cómodo no hacerlo, además no veo la satisfacción que me proporcionaría cambiar en el corto plazo.
- Miedos: mis inseguridades y baja autoestima evitan que le pida salir a la chica que me gusta y así no recibo un «no» por respuesta, el cual me podría hundir aún más en la miseria.
- Culpabilidad: es que realmente «no me lo merezco«.
- Pérdidas que conlleva: quiero dejar la relación, pero no lo hago porque entonces perdería a mi pareja y todo lo que conlleva una relación.
- Necesidades básicas no satisfechas: mi falta de cariño es tan grande que prefiero estar enfermo para seguir recibiendo atención y cariño.
El autosaboteador actúa impidiendo la conducta deseada con diversas tácticas, algunas de las cuales menciono a continuación:
- nos hace racionalizar las cosas para restar valor a nuestro objetivo;
- nos busca satisfacciones a corto plazo;
- nos hace olvidadizos, no somos capaces de retener la información que le molesta;
- nos convence de que el objetivo es una meta inalcanzable y… ¡menudo esfuerzo!;
- nos hace sentirnos incapaces, así que ¡para qué intentarlo!
Y tu autosaboteador ¿cómo funciona?