Artículos etiquetados ‘escucha activa’
El hombre perfecto
domingo, 21 septiembre, 2008
Al salir a la calle podemos ver a mujeres hermosas con hombres que no tienen el físico de un joven galán ni la musculatura de Stallone. ¿Qué hace que estos hombres sean «perfectos» para estas mujeres?
Estos hombres han conmovido la sensibilidad de sus compañeras. Son maestros en el arte de escuchar y se muestran receptivos en todo momento a lo que la mujer que los acompaña tiene que expresar. Son el confidente ideal. Así cautivan su sensibilidad.
Pero la sensibilidad no es sólo escuchar y hablar, sino los gestos y las actitudes necesarias para que su deseo se desate. Estos gestos se descubren mediante el diálogo. Y es gracias a este diálogo que uno puede percibir la singularidad entre una mujer y otra.
¿Cómo puedo encontrar la sensibilidad de mi compañera? A través de preguntas abiertas que permitan recabar información sobre lo que le gusta, sus penas y sus alegrías. Hay que elaborar preguntas que comiencen por: Qué, Cómo, Dónde, Cuándo y Cuánto, las cuales dan pie a respuestas con mayor contenido e información que aquellas que generan sólo una respuesta monosilábica.
Adicionalmente hay que practicar la escucha activa, la cual permitirá generar nuevas preguntas y nos evitará caer en los errores más comunes del «hombre imperfecto«. El típico «¡es que no me escuchas!» es un aviso para saber si vamos por el buen camino. Si lo oímos muy a menudo… ¡algo estamos haciendo mal!
Escucha activa
sábado, 13 septiembre, 2008
¿Cuántas veces hemos dicho a alguna persona «¡Es que no me escuchas!«?
No es difícil encontrarte en el trabajo, en la calle e incluso en tu propia casa, con personas que te oyen, es decir, que perciben con el oído los sonidos que salen de tu boca, pero no los escuchan, no prestan atención a lo que oyen, por lo que no reciben el mensaje que queremos transmitir.
Este tipo de personas suelen tener el foco de atención sobre sí mismos. Se distraen fácilmente con su diálogo interno, mientras están pensando en la pregunta que nos van a hacer cuando cojamos aire de nuevo. Normalmente sólo oyen palabras que se filtran entre su diálogo, perdiendo la verdadera esencia del mensaje. Suelen hacer interpretaciones a partir de una palabra suelta y, además, son ellos quienes dirigen la conversación.
Pero ¿cómo podemos evitar ser nosotros uno de estos personajes tan molestos? ¿Cómo podemos practicar la escucha eficaz?
El nivel más alto de escucha es aquel en el que se escucha de forma global lo que la otra persona dice, y lo que no dice -expresado a través de su lenguaje corporal. Se le suele preguntar para confirmar lo que se entiende de ambos lenguajes, teniendo en cuenta todos los elementos, palabras, tonos, respiración, etc. Se evita interpretar y ser directivo. Se resume y parafrasea lo que dice el interlocutor para asegurar la claridad y el entendimiento.
A continuación cito algunos consejos para conseguir este nivel de escucha:
- Tener como objetivo el escuchar
- Liberarse de todo juicio inicial
- Evitar distracciones
- Reformular o parafrasear
- Valorar la carga afectiva
- Aislar la esencia del mensaje
- Esperar a que acabe el otro antes de responder
En pocas semanas nos estarán diciendo «¡Me encanta hablar contigo, porque escuchas lo que tengo que decir!«
Miradas condescendientes
lunes, 8 septiembre, 2008
Después de leer el comentario que Eduardo Gutiérrez dejó en mi artículo «La Paradoja Rural» he creído oportuno pararme a reflexionar sobre sus palabras, las cuales cito a continuación:»Los urbanitas miran con condescendencia a los de los pueblos, sin sospechar con cuanta conmiseración los miramos nosotros a ellos, encerrados en sus ciudades.«
A principios del siglo pasado la diferencia de clases era algo muy marcado en nuestra sociedad. Los habitantes de las zonas rurales eran considerados como «paletos«. Gente que, debido a sus circunstancias, no había tenido la suerte de tener una educación digna y que, por tanto, lo único que podían hacer para subsistir en este duro mundo era dedicarse al ganado y a la agricultura.
En esta época, el médico, el cura y el agente de policía eran las máximas autoridades, pudiendo solucionar la mayoría de los problemas que aquellas gentes pudieran tener en su día a día, desde disputas entre vecinos, pasando por dolencias derivadas del trabajo hasta aquellas producidas por el espíritu.
La pobreza de los menos afortunados podía llegar a tal extremo que en algunos casos se pagaba al médico con huevos, cebollas, chorizos, o cualquier cosa que hubiera producido la tierra durante los últimos días. Esta situación podía hacer que, los entonces urbanitas, se acercaran a las zonas rurales y miraran a su población con ojos de superioridad, pudiendo reírse de ellos en más de una ocasión y humillándolos para «pasar el rato».
Por norma general los padres siempre quieren «lo mejor» para sus hijos. Es entonces normal pensar que, si no tienes luz eléctrica, ni agua corriente, vistes a tu familia con harapos, y los «veraneantes» te humillan y se ríen de tu familia cada vez que vienen como forma de diversión; lo que quieres es sacar a tus hijos de esas penurias para que sean «hombres de provecho«, aunque tú sigas sufriendo las mismas calamidades.
Pero hoy en día, en pleno siglo XXI, viviendo en la «Sociedad de la Información», donde Internet está al alcance de todos, donde la gran mayoría de nosotros hemos tenido la suerte de una educación «más que digna», donde la recogida de la patata y la fresa la realizan temporeros de otros países menos desarrollados que el nuestro ¿cómo es posible que el urbanita mire con condescendencia a la gente de las zonas rurales? ¿Cómo es posible que ese urbanita no se acuerde de sus raíces? ¿Cómo es posible que no se dé cuenta que la persona que está frente a él puede tener su misma formación, pero ha elegido vivir en un ambiente más natural? ¿Cómo no se da cuenta de que esa persona es feliz?
Mientras tanto «el hombre rural» siente pena por nosotros, porque sufrimos de estrés; porque vivimos rodeados de asfalto y hormigón que generan un microclima «anormal»; porque por mucho cristal que pongamos a nuestros muros seguimos extrañando nuestra libertad; porque sólo en los días con menor nivel de contaminación somos capaces de ver la Sierra; porque el sonido más agradable que escuchamos en todo el día es la bocina del coche tuneado que nos pide paso al cambiar de color el semáforo.
¿Y si fuésemos capaces de escuchar a estas personas? ¿Qué nos podrían aportar desde su mundo? ¿Qué podríamos aprender de ellos? ¿Y ellos de nosotros? ¿Cómo podrían ayudarnos para que nuestras vidas fuesen más felices y tranquilas? ¿Cómo podríamos harmonizar ambos mundos? ¿Cómo podríamos aumentar nuestra autoestima sin tener que humillar a otras personas?
Ahora es vuestro turno. Ahora podeis comenzar a dejar vuestros comentarios para que entre todos podamos iniciar una nueva andadura en común. ¡Este es el momento del cambio, no lo dejes escapar!