Artículos etiquetados ‘lenguaje no verbal’
Somos novios
viernes, 11 febrero, 2011
Entre los seis y los once años pasamos por una etapa de rechazo absoluto hacia el sexo contrario. Nuestra falta de control sobre nuestro lenguaje corporal nos delata cada vez que alguna persona del otro género nos atrae. Esto hace que ante la afirmación de “¡Juanito tiene novia!” o “¡A María le gusta Pedro!” con cierto retintín, perdamos el juicio y nos abalancemos a la rodilla -su yugular todavía nos queda muy alta- de la persona que ha osado decir tal atrocidad.
Con el paso del tiempo las personas del sexo contrario nos comienzan a atraer cada vez más, y el hecho de estar con ellas nos agrada. De hecho buscamos activamente el mantener relaciones duraderas con esa persona que ha llamado nuestra atención. Y aunque con la edad hemos aprendido a ser discretos y a controlar nuestras emociones en público, nuestro lenguaje corporal nos sigue delatando cuando estamos junto a esa persona delante de los amigos. No importa que aseveremos por activa y por pasiva que “sólo somos amigos”, ellos perciben que existe algo más.
El trato al supuesto “amigo” revela de forma inequívoca nuestras intenciones para con él. El arreglarle el cuello de la camisa, el compartir una misma copa de vino, la posición que adoptamos al sentarnos en un grupo de personas, o el sutil roce en la rodilla al levantarse de la silla, hace que el resto de los presentes perciban algo más que una mera amistad entre los supuestos amigos.
La comunicación no verbal es fundamental durante el cortejo de la pareja, pero también lo es después. La complicidad que podemos adquirir en muy poco tiempo con la otra persona depende de la empatía que tengamos con ella y de la capacidad de observación que hayamos desarrollado con el paso de los años. De esta forma, una sola mirada es suficiente para saber lo que la otra persona está pensando, cómo se lo está pasando, o lo que quiere hacer cuando se vayan los invitados.
Es posible que a partir de los cuarenta no nos importe que nos pongan a ciertas personas como pareja, de hecho algunos padres están deseando que sus hijos tengan por fin una relación estable para que se vayan de casa de una vez por todas. Pero también es posible que en ocasiones tengamos una pareja y no nos hayamos percatado de ello ¿con quién coqueteas furtivamente? ¿Quién te roza o te mira y aún hoy te sonroja al hacerlo?
Crash n burn
miércoles, 21 julio, 2010
¿Cuántas veces un hombre se ha acercado a una mujer con el objeto de entablar algo más que una conversación y ésta lo ha rechazado de manera casi fulminante? Ejemplos de hombres que fracasan en su intento por conquistar a una mujer los encontramos cada vez que salimos a tomar una copa.
El fin de semana pasado, sin ir más lejos, tuve la ocasión de comprobar cómo tres hombres se estrellaban de forma estrepitosa al intentar abordar a una mujer que entró con sus amigas en el local en el que nos encontrábamos. Apenas este grupo de chicas había cogido las copas en sus manos, el «macho alfa» de uno de los grupos contiguos se acercó a una de ellas por detrás, la tocó en el hombro y comenzó su discurso. No sé lo que la diría, pero no pasaron ni treinta segundos antes de que la joven le diera las gracias por el intento y lo mandara de vuelta con sus amigos. A los pocos minutos otro incauto, creyéndose con más suerte que el anterior, realizó una maniobra muy similar a la del primer audaz. El resultado: idéntico al anterior. Como la noche era joven, había poca luz, exceso de humo en el ambiente, un nivel etílico en sangre óptimo para romper la timidez y, como no hay dos sin tres, un tercer galán probó fortuna con la misma mujer y… «crashed & burned» que dicen los anglosajones. O como diríamos por estos lares: «tocado y hundido».
Este ejemplo nos demuestra que existen hombres que no prestan atención a las señales que nos envían nuestras compañeras de juego y que, por tanto, su única diversión es darse de bruces contra una pared de hormigón armado con la única satisfacción de poder decir luego a sus amigos algo así como: «ayer entré a quince tías en toda la noche«, «es que las mujeres están locas» o «es que las mujeres no saben lo que quieren«.
Siento comunicar a este tipo de hombres que las mujeres tienen muy claro lo que quieren, y obviamente no es un «tío brasas» que las avasalla sin haber sido invitado a la fiesta. Ellas, al igual que nosotros, otean el horizonte en busca de esa persona que llame su atención. Una vez encuentran a ese hombre perfecto su primer instinto será el de comunicarse con él. Para ello comenzarán de forma sutil a coquetear con el agraciado, utilizando las técnicas de comunicación no verbal más ancestrales: una tímida mirada, una inocente sonrisa, o tal vez una mirada un poco más coqueta que nos permita detectar que está interesada en nosotros.
Si detectamos esta comunicación, la pelota está en nuestro tejado. Las mujeres ahora esperan encontrar a ese hombre seguro de si mismo que no tenga miedo de andar esos diez metros que los separan para recoger su premio. Sin embargo, llegado este momento, hay hombres en los que se paralizan. Son incapaces de dar ese primer paso. Su miedo inconsciente al fracaso, a ser rechazados por la otra persona, los hace que se aferren a su pinta de cerveza, perdiendo así una gran oportunidad.
Obviamente hay otros con la autoestima por las nubes quienes, aunque ven el riesgo de perder algo si fracasan, han analizado bien las señales enviadas y caminan la distancia que los separa con una sonrisa arrebatadora en su cara. Una vez estamos a su lado, las mujeres esperan encontrar a ese hombre simpático y divertido, que las haga reír, y con la suficiente imaginación para distanciarse de las típicas preguntas como «¿perdona, creo que me estabas mirando?«. Seamos espontáneos, comencemos con algo fuera de lo normal sin que esto tenga que ser grosero, la grosería la podemos dejar para la alcoba si es lo que nos gusta a ambos en un momento de lujuria.
También es importante tener en cuenta que las mujeres no quieren al típico hombre que salta de flor en flor. Las mujeres quieren sentirse especiales, quieren ser la flor elegida de entre todas las que se encuentran en el jardín. Para ello el hombre deberá estar atento a las señales que va recibiendo de todas las mujeres que allí se encuentran, buscando esa sonrisa o esa mirada de complicidad y así, al final, decantarse por aquella cuyas señales hayan sido mejor decodificadas.
Otra cosa a tener en cuenta es que las mujeres son muy asustadizas. ¿Cuántas veces nos hemos aproximado a alguna amiga por detrás y la hemos dado un susto de muerte sin nosotros quererlo? Por tanto, si ya de por si es importante no asustar a nuestras amigas ¿cuánto más importante será no asustar a la mujer que queremos conquistar? Para evitar esto, siempre nos deberemos acercar de cara a esa mujer con la que queremos contactar por primera vez.
Otro punto a tener en cuenta es que, si bien es cierto que a todos nos puede gustar una caricia, hay que tener las manos a buen recaudo durante los primeros diez minutos de conversación. Pasado este tiempo podemos tocar ligeramente a la otra persona en su zona neutra – entre el hombro y el codo de su brazo – para mostrar nuestro interés por ella, pero nunca con el ánimo de «meterla mano» o «sobarla«, ya que ellas detectarán esa sutil diferencia y nos alejarán de su lado.
Aunque ser un verdadero maestro en el arte de la seducción nos puede llevar un tiempo, estas sugerencias nos pueden permitir iniciar relaciones allá donde vayamos con la persona que nos interese, tal y como le ocurrió a un amigo el otro día en la piscina. A los pocos minutos de estar tumbados al sol este amigo detectó que una chica que paseaba junto al borde del estanque para el baño le miraba. Después de varios paseos arriba y abajo para cerciorarse de que mi amigo la había visto, la chica en cuestión comenzó a interactuar por medio de su comunicación no verbal. Primero una sutil sonrisa, luego un guiño, más tarde le sacó la lengua, así como otro tipo de acciones que mostraban su interés. Después de un tiempo comunicándose en la lejanía ella y su amiga se acercaron y pusieron sus toallas cerca de las nuestras. Al final de la tarde la interesada le dio un trozo de papel a nuestro amigo en el que le indicaba claramente su dirección de correo electrónico y su número de móvil para que la llamara y pudieran quedar otro día. El resto ya es parte de la historia personal de este amigo.
Quiero comunicarme
lunes, 26 abril, 2010
En ocasiones nos acicalamos con alguna prenda de vestir que nos hace sentirnos bien, que realza alguna de nuestras cualidades físicas o que por lo menos disimula ese kilito de más que hemos ganado durante el pasado invierno. Acto seguido salimos de casa con el objetivo de divertirnos y comunicarnos con aquellas personas con las que nos topemos en el camino. Sin embargo, al finalizar la noche volvemos a nuestra casa cabizbajos, con las manos en los bolsillos y un amargo sabor a derrota provocado, en gran medida, por no habernos comunicado con esa persona que llamó nuestra atención.
Si, es posible que seas de esas personas que están deseosas por charlar con otros seres humanos, que estés esperando a que te hagan una pregunta o te den pie para iniciar una disertación sobre alguno de los innumerables temas que tienes almacenados en tu cabeza, sin embargo, nadie se acerca, nadie te habla, y no es porque vayas con harapos ni tu cara esté desfigurada, porque incluso en esos casos la gente se podría acercar para preguntarte dónde compraste ese andrajo o para darte la dirección de un cirujano plástico que hace maravillas.
Para que alguien se acerque a charlar con nosotros, o bien nosotros tener la puerta abierta para iniciar una conversación con otras personas, lo primero que tenemos que recordar es que nuestros gestos, posturas y miradas suponen un 55% de nuestra comunicación. Así podemos llamar la atención y atraer sutilmente a la persona que nos cae en gracia con una sonrisa y una dulce mirada que diga «me gustas, acércate, quiero hablar contigo» aunque ésta se encuentre al otro lado de la barra; o todo lo contrario, alejarla dándole la espalda y mostrando así que no queremos saber nada de ella cuando está a punto de iniciar la conversación.
Una vez tenemos a esa persona junto a nosotros y vamos a comenzar a hablar, es importante tener en cuenta el tono, la velocidad y el volumen de nuestra voz, la cual supone un 38% de nuestra comunicación. Por ello, un simple «qué ojos más bonitos» dicho con un tono grave, pausado y susurrándolo al oído puede ser mucho más eficaz que una frase original dicha deprisa, con timbre agudo y vociferando.
Las palabras, a las que damos tanta importancia, sólo suponen un 7% de la comunicación, por lo que podríamos hablar en klingon (lengua creada por Marc Okrand para los estudios Paramount Pictures) y aún así enamorar a la persona que tenemos frente a nosotros. Ahora bien, si ambos hablamos el mismo idioma, está claro que algunas personas prefieren a individuos que sean creativos y tengan conversaciones originales aunque estas no sean en klingon.
Por lo tanto, la próxima vez que te sientes en una terraza tómate un tiempo para ajustar tus gestos, tu mirada y tus posturas a lo que realmente quieres transmitir a las personas que pasen frente a ti. Y cuando comiences una conversación acomoda el tono de tu voz, la velocidad y el volumen a lo que quieras manifestar.