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Busco tu felicidad
jueves, 11 noviembre, 2010
Hace unos días María Teresa Fernández de la Vega tomaba posesión de su cargo como miembro del Consejo del Estado y recalcaba que «el primer objetivo de un gobernante es buscar la felicidad de sus ciudadanos«. Estas palabras, posiblemente acertadas a nivel político, muestran en cierta medida el talante que las clases dominantes tienen en nuestro país para con sus subordinados: «haz esto, porque yo sé lo que es bueno para ti«.
Cuando todavía somos unos tiernos infantes nuestros padres nos dicen lo que tenemos que hacer porque, desde su punto de vista, buscan lo mejor para nosotros: «cómete las espinacas para ponerte como tu papá«, «tómate el zumo para ser tan alto como tu hermano mayor«. De hecho no es raro encontrar en los medios de comunicación empresas que utilizan este tipo de comportamientos para vender sus productos.
Según nuestros vástagos van creciendo y tomando consciencia de su identidad, las regañinas comienzan a ser más frecuentes e intensas, hasta llegar a su apogeo durante la adolescencia. Este es el momento donde se escuchan las famosas frases: «está en la edad del pavo» o, «está en la edad del armario» o, «está en la edad de mandarlos a tomar vientos«. Y puede que también sea durante esta etapa de nuestra vida, mientras desarrollamos nuestra identidad, que comencemos a buscar la felicidad, aunque no sepamos muy bien por dónde empezar o lo que realmente es ser feliz.
La responsabilidad de nuestros padres no es la de buscar nuestra felicidad, sino la de ayudarnos a encontrarla a través de la educación que nos ofrecen, los valores personales que nos muestran día a día, el manejo de herramientas que nos permitan ser independientes y el descubrimiento de aquellas pequeñas cosas con las que ser felices.
De igual manera, el objetivo de nuestros gobernantes no es el de buscar nuestra felicidad, a menos que con ello lo único que busquen sea manipularnos emocionalmente para que hagamos lo que ellos quieren. Este miedo a ser más infelices de lo que somos actualmente nos hace realizar aquellas tareas que nos indican aunque no nos agraden. Este comportamiento sólo demuestra una falta de empowerment que hace que sea más sencillo para ellos mandar que liderar.
De todo esto se puede aprender que cada persona debe buscar su propia felicidad, ya que sólo nosotros sabemos qué es lo que nos hace felices en cada momento, aunque no tengamos muy claro cómo llegar allí. El hecho de no saber cómo obtener la felicidad no quita para que no sepamos lo que nos hace felices. Los padres y gobernantes pueden aprender a utilizar las técnicas que utiliza un coach para motivar a sus clientes y así ayudar a sus subordinados a definir sus objetivos y ser felices.
Mandar o liderar
lunes, 7 diciembre, 2009
El Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo hace unas semanas: «Quien quiera mandar, que se presente a las elecciones«. Si bien no es este un foro político donde analizar sus palabras o el mensaje que quiso enviar realmente a la oposición, si me parece interesante resaltarlas para mostrar una forma de pensar que puede resultar bastante común en nuestro país.
«Quien quiera mandar, que se presente a las elecciones.» ¿Qué nos sugieren estas palabras? Desde mi percepción es obvio que está dejando claro a sus contrincantes que si quieren dirigir el país tendrán que quitarle su puesto de trabajo como Presidente. Hasta aquí nada que reprochar al Presidente. De hecho, en cualquier organización empresarial pasa lo mismo. Si alguien quiere dirigir una organización deberá estar en algún puesto de responsabilidad desde donde poder cambiar una situación concreta.
Sin embargo, la frase «Quien quiera mandar» llama mi atención, y en concreto la palabra mandar. ¿Cuál es la responsabilidad de un directivo o dirigente, mandar o liderar? ¿Ponemos a gente que sepa mandar en los puestos importantes o a personas que sepan liderar al equipo?
Mandar parece algo sencillo. Algo que casi todos podemos hacer. Sólo hace falta que nos den la autoridad suficiente, que nos pongan en un puesto por encima del grupo al que tenemos que dirigir y… ¡voilà! Ya tenemos a una persona mandando y diciendo lo que cada uno tiene que hacer.
Ahora bien, liderar parece algo más complicado. No todo el mundo parece estar capacitado para liderar, y de hecho tampoco nos encontramos con tantos líderes al cabo del día. En muchas ocasiones las personas compensan su falta de liderazgo con la fuerza que les otorga su puesto dentro de la organización.
La buena noticia es que podemos aprender a ser líderes y despojarnos de esa percepción de autoridad y mando que podemos desprender en nuestro entorno laboral a través de la formación en habilidades interpersonales y el entrenamiento diario en aquellas competencias que definan a un líder. Aquí puede ser de gran ayuda la empresa en la que nos encontramos, ya que, si bien hay algunas competencias que pueden ser transversales en los líderes como la comunicación y la motivación, otras pueden ser más específicas de la empresa en la que nos encontremos.
Así que tal vez debamos modificar nuestros comportamientos para encontrar que cada vez tenemos más seguidores, antes de que nos topemos de bruces con una rebelión a bordo.