Artículos etiquetados ‘modelos comportamiento’
El jardín privado
martes, 11 octubre, 2011
Allí estábamos todas las personas que habíamos intervenido de una u otra forma en la reforma de aquella casa, desde el arquitecto, pasando por el jefe de obra, hasta el jardinero que había podado los árboles y plantado las gardenias frente al ventanal del salón. Todos mirábamos con orgullo aquel trabajo que nos había llevado algo más de tres meses, tiempo durante el cual habíamos sufrido las inclemencias del tiempo, los retrasos en la entrega de los materiales y todas aquellas penurias que suelen ocurrir cuando alguien lleva a cabo una empresa de estas dimensiones. Pero por fin había llegado el momento de disfrutar de la casa, así que me despedí de todas y cada una de aquellas personas con las que había compartido más de un bocadillo y una botella de vino y cerré la puerta tras de ellos.
Aunque las personas que pasaban por delante de la casa no llegaban a percibir los cambios que se habían llevado a cabo durante los últimos meses, sí es cierto que notaban algo diferente. Algunas personas comentaban al pasar que sería por los tonos otoñales de los árboles del jardín; otros que podría ser la luz de noviembre sobre la casa; y los que pasaban por allí todos los días aseguraban que era la ausencia de personas y camiones entrando y saliendo de la propiedad. Ninguno sabía con certeza qué había pasado, pero todos coincidían en que algo había cambiado.
Los más curiosos del lugar comenzaron a llamar a la puerta para preguntar cómo me iban las cosas y, ya que estaban por ahí, qué es lo que había hecho en la casa durante los últimos meses. A algunas de aquellas personas les contaba por encima las últimas reformas desde la puerta principal señalando con el dedo dónde habíamos hecho qué; a otras las dejaba entrar y las acompañaba por el jardín enseñándolas con detalle las últimas adquisiciones ornamentales; y a unas pocas las invitaba a entrar dentro de la casa para enseñarlas cómo había quedado todo por dentro.
Las personas no somos muy diferentes cuando se trata de mostrarnos a los demás y, al igual que en el caso anterior, hacemos un filtrado con las personas que se acercan a nosotros. De esta forma, no actuamos igual cuando se nos acerca una persona que no conocemos de nada en un bar que cuando lo hace alguien a quien conocemos desde nuestra más tierna infancia.
También es diferente cómo actuamos cuando somos adolescentes a cómo lo hacemos cuando nos acercamos a la cuarentena y seguimos solteros. El tipo de relación en el primer caso es más del tipo “¡entra en mi casa, quiero enseñarte todo lo que tengo!”; mientras que en el segundo puede ser algo más precavida y donde lo único que quiero es dar un paseo con la otra persona por el jardín pero sin que llegue a entrar en mi casa, sin que llegue a conocerme. Tal vez esta reacción sea algo lógico en personas decepcionadas con el amor, pero el caso es que, lo queramos o no, existe en nuestra sociedad.
La pregunta ahora puede ser “Y entonces ¿cómo debemos ser?”. Cada persona actúa de una forma en función del momento. Así unas veces dejaremos entrar a ciertas personas a nuestra casa y, otras, la cerraremos a cal y canto para que no entre nadie. Las diferentes formas de actuar no son ni buenas ni malas, sino formas de actuar. Lo que habría que tener en cuenta es si este comportamiento nos permite alcanzar nuestro objetivo y, tal vez, deberíamos preguntarnos “¿Cómo debería actuar si mi fin último es conseguir la felicidad?”
Ser padres
domingo, 13 marzo, 2011
Para ejercer cualquier profesión debemos estudiar durante un tiempo aquellas materias que nos darán el conocimiento necesario para realizar correctamente nuestro trabajo, sin embargo, para ser padres, una de las profesiones que no tiene fecha de jubilación, y posiblemente la más extenuante de todas, no se requiere ningún tipo de formación oficial.
Para ser padre basta con que uno solo de tus espermatozoides penetre en el óvulo de tu pareja, o podemos ir a un banco de esperma donde podemos seleccionar entre multitud de tubos de ensayo aquel que coincida con las características que buscamos para nuestro hijo, o podemos ir a un país extranjero y solicitar la adopción de un niño que se encuentre en un orfanato. Así de fácil. No tenemos que pasar ningún tipo de examen, ni prueba de aptitud, ni nada de nada.
Mientras que ser padre es una elección personal, ser hijo es una lotería. Tal vez por eso llegue un momento en el que todo hijo, sin convertirse en parricida, debe matar al padre, aunque también existen muchos momentos donde los padres mataríamos a nuestros hijos, porque curiosamente, y desde temprana edad, tienen la habilidad para sacarte de tus casillas en menos que canta un gallo. Sin embargo, en muchas ocasiones se nos olvida cómo éramos nosotros a su edad y las diabluras que hacíamos a nuestros progenitores.
En cualquier caso, cuando eres padre te cuestionas en infinidad de ocasiones si lo estas haciendo bien, si lo podrías hacer mejor, e incluso puedes preguntarte si aquello que hacían tus padres contigo no era del todo malo al fin y al cabo. Estas dudas son del todo normales, y por ello buscamos una referencia.
Sí, es cierto que cuando somos adolescentes comparamos a nuestros padres con los de nuestros amigos. Y claro, los otros padres son, en muchas ocasiones, mejores que los nuestros: a nuestros amigos les dejan salir hasta las once de la noche; a nuestras amigas les dejan llevar minifalda e ir pintadas; a nuestros amigos les han comprado la Playstation o les han llevado a esquiar. Siempre hay algo que los otros pueden hacer que nosotros lo tenemos vetado.
Cuando llegamos a la edad adulta no cesamos de mirar a nuestro alrededor y comparar a nuestros hijos con los de los demás: los hijos de Fulanito se comportan mejor que los míos; los hijos de Menganito sacan mejores notas… Al final del día es posible que confirme mis sospechas ¡no me darán ni dos euro por mis hijos!.
El ser un buen padre puede ser complicado, en especial si no sabemos lo que esto significa. Para algunas personas ser un buen padre puede implicar que debemos dar a nuestros hijos todo aquello que nosotros no tuvimos en nuestro día; o tal vez que debamos educarles con la libertad que nosotros no tuvimos. Cada persona tiene un concepto diferente de lo que puede ser un buen padre, pero lo que no se nos deben olvidar son las responsabilidades que tenemos como padres.
Para ser un buen padre podemos tomar como referencia las enseñanzas de nuestros padres, bien porque estas nos marcaron positivamente o bien porque nos marcaron de tal forma que no queremos tener nada que ver con esas doctrinas.
Pero hagamos lo que hagamos hay que tener presente que todas las personas, y en especial nuestros hijos, necesitan de unas normas y unos límites. Los niños necesitan saber cuál es su lugar, y su lugar es el de hijos, no el de padres.
Asimismo hay que tener en cuenta que nuestros hijos son clones de nuestros propios comportamientos, y lo que nosotros hagamos lo repetirán ellos. Por tanto, no podemos pedirles que se comporten bien, o que no dejen las cosas tiradas si nosotros no tenemos ese comportamiento. Y en ocasiones, esas pequeñas criaturas que no levantan dos palmos del suelo nos pueden sacar los colores porque ni siquiera nosotros mismos hacemos lo que a ellos les exigimos en primera instancia.
Así que ¿qué es para ti ser un buen padre? ¿Qué te impide ser un buen padre para con tus hijos? ¿Qué comportamientos exiges a tus hijos que tú no puedes mantener?
El carácter
miércoles, 14 enero, 2009
El carácter es la suma de los modelos más arraigados de comportamiento que definen a una persona. Son las estructuras subyacentes que hacen a una persona diferente de otra. Un relato que refleja muy bien este término es el de la rana y el escorpión.
Un día de verano una rana estaba nadando plácidamente en un río. De pronto, oyó una voz que la llamaba. Mientras nadaba hacia el lugar de donde provenía aquella voz, la rana divisó en la orilla a un escorpión. El escorpión le dijo «Necesito cruzar el río. ¿Me podrías llevar al otro lado, por favor?«.
La rana era escéptica. «Conozco a los de tu tipo«, dijo la rana. «Los escorpiones pican. ¿Cómo sé que no me intentarás matar mientras te ayudo a cruzar?«
El escorpión contestó «¿Por qué haría eso? Si te mato, yo también moriré, porque no sé nadar«
Esto tenía sentido para la rana, así que estuvo de acuerdo en llevar al escorpión al otro lado del río. El escorpión subió a lomos de la rana y la rana se deslizó por el agua. Pero a mitad de camino, la rana notó un pinchazo muy agudo en su espalda y, por el rabillo del ojo, vio cómo el escorpión removía su aguijón. «¡Serás payaso!» dijo la rana. «¡Ahora moriremos los dos! ¿Por qué lo hiciste?«
«No lo pude resistir» admitió el escorpión. «Es mi carácter.«
El carácter de una persona persiste durante toda su vida y afecta a los diferentes aspectos de su vida cotidiana. Según pasan los años y la persona madura, algunos rasgos del carácter como la tacañearía, la generosidad, el rencor, la arrogancia, o la independencia impregnarán un amplio rango de situaciones personales y sociales que pueden ser poco más que un incordio, causando problemas interpersonales o, en caso de hacerse rígido uno o más de estos rasgos, llegar a ser autodestructivo, como en el caso del escorpión.
Algunos de estos rasgos están asociados con sistemas de creencias y modelos de comportamiento y son tan intrínsecos para la persona que resultan invisibles para su dueño. No obstante, el coaching permite que la persona sea consciente de estos comportamientos y que pueda desarrollar sus habilidades interpersonales para mejorar sus relaciones personales y profesionales.