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El príncipe aburrido
lunes, 23 enero, 2012
Ana era una chica moderna. Tenía un trabajo que la permitía pagar la hipoteca de su apartamento de sesenta metros cuadrados, su pequeño coche y algún que otro viaje durante las vacaciones con sus amigas del colegio. Era una mujer económicamente independiente. Como casi todas las chicas de su edad, Ana no tenía una pareja estable. Según ella todavía era demasiado joven para juntarse con un hombre por el mero hecho de “estar con alguien”. Era de las que pensaba que era mejor estar sola que mal acompañada, por lo que había optado por la primera opción. Además, su físico y su inteligencia la permitían poder mantener relaciones cuando ella quisiera.
Las personas que conocían a Ana aseguraban que la razón por la que Ana seguía sola no era otra que el no haber encontrado al hombre perfecto. Todos sus amigos afirmaban que estaba buscando a su príncipe azul, y ella, obviamente, lo negaba rotundamente. Sin embargo, en alguna que otra ocasión, se la había escuchado decir que a ella le gustaban los hombres altos. De un metro ochenta en adelante. Fuertes, pero no tanto que sus músculos impidiesen el riego cerebral. Con ojos claros y pelo ondulado. Con una sonrisa que tus piernas temblaran al verla. Y con una voz masculina que tu alma se estremeciera al escucharla. Sus amigos comentaban que si esto no era un hombre perfecto, le faltaba poco.
Un día, mientras comía una ensalada en la escasa hora que tenía para almorzar, un chico se acercó a ella y con voz profunda le preguntó por la ensalada que estaba tomando. Ella levantó la mirada y vio a un chico de unos treinta y cinco años sonriéndola. Al principio titubeó un poco. No se lo podía creer, era el chico que durante tantos meses había admirado en secreto desde aquella misma mesa del restaurante. Ana le dijo que era la ensalada de tres lechugas, la que venía con escarola y salsa italiana. El chico la dio las gracias y, antes de irse, la dijo: “Por cierto, soy Jorge ¿quieres que tomemos algo esta tarde después de salir del trabajo?”. La respuesta estaba clara.
Esa misma tarde se volvieron a ver. Jorge y Ana dieron un paseo por el parque, se tomaron una cerveza en una de las terrazas del viejo bulevar, y charlaron de esto y de lo de más allá. Al final de la tarde Jorge escoltó a Ana a su casa. Allí, al pie de la puerta, Jorge se despidió de ella con un beso en los labios. Ana abrió la puerta y entró en su casa, mientras Jorge bajaba las escaleras para seguir su camino calle abajo.
Una vez en su casa Ana recordó en su cabeza todo lo que habían hecho Jorge y ella durante aquella tarde, lo que habían comido, de lo que habían hablado, etc. Jorge era su caballero andante, lo que había buscado durante tanto tiempo. Sin embargo, a Jorge le faltaba algo, chispa. Si, si, el beso no había estado mal, y fue toda una sorpresa, pero aún así la tarde había sido un tanto aburrida. Ella quería más, quería a alguien que la despertara de su letargo invernal, a alguien con quien poder echar unas risas y con quien disfrutar de la vida. Jorge era sólo un bonito envoltorio sin apenas contenido. Con Jorge se había aburrido. Era un príncipe aburrido.
Las personas buscamos un prototipo de hombre o mujer con el que compartir nuestras vidas. Este prototipo de persona puede estar basado en unos cánones físicos determinados, por lo que en ocasiones buscamos más un paquete bonito que un contenido que cubra las necesidades que tenemos. Y así, al final del día, nos sentimos decepcionados con nuestra elección.
Los valores personales son algo a tener presente cuando decidimos iniciar una relación con otra persona. Las personas buscamos unos valores en nuestra pareja, al igual que podemos ofrecer otros que ella no tiene. Las personas con las que nos relacionamos nos aportan cosas, aunque inicialmente no las veamos. Y son estas cosas las que en muchas ocasiones hacen que nos enamoremos de la persona, y no sólo de su apariencia física.
Al igual que Blancanieves, algunas personas estamos inmersas en un sueño del que queremos que nos despierten, pero que lo haga un príncipe divertido, con un poco de chispa y sangre en las venas.
Sin compromiso
miércoles, 21 septiembre, 2011
Actualmente no es raro encontrarse con personas que tienen relaciones donde el compromiso no es el factor más importante que mantiene unida a la pareja. Su relación se basa principalmente en el hecho de no estar solos, en poder pasar un rato agradable y divertido con la otra persona y, por qué no, en tener relaciones sexuales satisfactorias. Sin embargo, ambas partes parecen quedarse a una distancia prudencial la una de la otra, como sin querer entrar en el jardín privado del otro.
Este tipo de relaciones pueden ser conocidas como “follamigos” o “amigos con derecho a roce” y suelen ir de miedo si ninguna de las partes entra más allá de la señal donde pone “¡Cuidado con el perro!”. En algunos casos no existe tal señal, en cuyo caso es posible que el jardín esté plagado de gnomos que se abalanzan sobre cualquier intruso que no tenga la autorización correspondiente.
Efectivamente, una persona puede entrar sin querer en el jardín del otro tan sólo por decir un “te quiero”, “me gustaría tener algo más contigo” o “me gustaría presentarte a mis amigos”. Incluso es posible que con el tiempo una de las partes no diga esto porque si, sino porque realmente lo siente y quiere ir un paso más allá con esa relación. Y es entonces cuando saltan todas las alarmas y aquello parece una discoteca de los años setenta.
Claro está que llegados a una edad las personas nos vamos acostumbrando a vivir solas, que comenzamos a tener nuestras rarezas y que pasamos olímpicamente de tener que dar explicaciones a nadie de lo que hacemos o dejamos de hacer: «Si ya no tengo que dar explicaciones a mis padres ¿por qué te las tengo que dar a ti que no eres nadie en mi vida?«.
No sólo esto, sino que además, el tiempo ha hecho que seamos más exigentes a la hora de buscar una pareja estable y, cualquier cosa que no se amolde a ese esquema predefinido que tenemos en la cabeza durará en nuestras vidas menos que un trozo de carne en una jaula de leones hambrientos.
Está claro que al ser más exigentes nos cuesta más encontrar a esa persona que haga saltar la chispa, por lo que en ocasiones nos juntamos con la opción menos mala, o nos quedamos solos esperando a que llegue ese pirómano que haga explotar toda la casa por los aires.
Las relaciones pasadas también nos dejan nuestras pequeñas heridas, algunas de las cuales pueden estar sin cicatrizar del todo, y por lo tanto, a nada que sentimos que nos la pueden abrir de nuevo nos protegemos para no sentir el mismo dolor que tuvimos que soportar durante semanas, meses o incluso años.
A pocas personas que conozco les gusta sufrir. Y es posible que si hiciera una encuesta, una gran mayoría de ellas me dirían que prefieren gozar a tener que sufrir, aunque sólo fuera durante un par de segundos. Por lo tanto ¿por qué no gozar de la vida ahora que puedo? ¿Por qué involucrarme con una persona si al final me va a hacer sufrir?
Parece que el tiempo y los estudios de campo nos han permitido dar con la fórmula que nos permite mantener la intimidad suficiente como para mantener una relación sexual al tiempo que nos mantiene a una distancia prudencial de ese agujero negro que son los sentimientos y penurias de la otra persona: “¡Además, yo he salido para divertirme, no para aguantar las penas de este pelmazo!”.
Curiosamente, llegado el momento, una de las partes quiere dar ese paso, ir un poco más allá, pero ¿para qué? ¿Para qué quiero unirme a una persona si estoy feliz tal y como soy, si puedo salir a divertirme cuando quiero, si me invitan aquí y allá y no tengo responsabilidades ni debo dar explicación alguna a nadie?
La solución la tenemos nosotros mismos. Tal vez en este momento de nuestras vidas queramos tener una relación sin compromiso en la que no aparezcan palabras de cariño ni ideas rocambolescas como formar una pareja, casarnos y, mucho menos, tener hijos. Cada uno de nosotros tenemos un tiempo de maduración, no con ello quiero decir que no seamos maduros, sino que todavía no estamos preparados para el compromiso, para dar ese paso.
Está en nosotros el decidir cuándo y a quién dejo entrar más allá de esa puerta tan bien protegida hasta hace unos días. Puede darse el caso que la primera persona a la que permita el acceso pise las gardenias que acababa de plantar, o golpee con el coche el gnomo junto al estanque, o incluso que a los pocos pasos de la entrada se gire y vuelva sobre sus propios pasos, pero esto no debería desmotivarnos para dejar la puerta abierta.
Con el tiempo nos haremos expertos en identificar a aquellas personas que pueden entrar a formar parte de nuestro mundo interior. Incluso es posible que alguna de ellas vaya con una cerilla en la mano. Como dice la canción “el amor está en el aire” y puede llegar en cualquier momento, sólo hay que estar dispuesto a dejarlo entrar. Entonces nuestra perspectiva de la vida cambiará.
No eres tú
domingo, 29 mayo, 2011
Desde hace algún tiempo conozco a una mujer con la que de vez en cuando tengo la oportunidad de cruzar alguna palabra en un ambiente distendido que nos permite una conversación cuyo único objetivo es disminuir la tensión del día durante unos minutos.
Pues bien, durante uno de estos encuentros, y mientras la conversación saltaba de tema en tema cual saltamontes por el campo, esta chica murmuró con voz tímida “a mi nunca me han invitado a tomar una cerveza”.
Cualquier caballero despierto hubiera detectado un clamor en esa frase y, claro, uno no tiene dudas de lo que debe hacer cuando alguien le dice algo así, por lo que sin perder ni un segundo lancé un “¡te invito a tomar una cerveza!”.
Si fueras hombre ¿hubieras hecho algo diferente? Y si fueras mujer ¿cómo hubieras contestado? La verdad es que la réplica que obtuve de esta mujer fue tan interesante como aplastante hubiera sido para alguien con menos experiencia en estas lides. “No gracias, tú no eres el chico que me gusta” – fue la respuesta que obtuve.
Algunas personas podrán opinar que la contestación pudo ser poco acertada o que la chica pudo ser un poco borde, pero independientemente de nuestra opinión, esta frase muestra en cierta medida lo que cada uno de nosotros estamos esperando y muchas veces no llegamos a expresar con palabras… ¡que nos invite a salir la persona que nos gusta! ¡Eso es lo que todos queremos!
La persona que nos gusta suele ser una fantasía que tenemos en nuestra cabeza, una fantasía que pocas veces llega a cumplirse completamente y, tal vez por eso, algunas de nuestras relaciones terminen en fracaso estrepitoso, ya que nunca conseguimos satisfacer nuestras expectativas iniciales.
La persona que tenemos en nuestra cabeza, y que forma parte de ese estereotipo de hombre o mujer ideal, debe tener una serie de cualidades, tanto físicas como personales, que nos llamen la atención, que nos alegren el día – y la noche – y que nos permitan disfrutar de la vida.
No es raro encontrarnos con personas que buscan activamente a esa pareja con la que compartir su tiempo. Y otras que sólo esperan que caiga del cielo como el tan esperado maná. En ambos casos estas actitudes pueden hacer que no veamos el árbol por estar mirando el bosque o que esperemos que sean los árboles los que tengan que venir a nosotros.
Es cierto que nuestra sociedad nos ha acostumbrado a que las oportunidades no se pierden, y que si pierdes este tren, siempre habrá otro unos minutos más tarde, pero ¿y si esto no es así? En los países anglosajones no nos suelen ofrecer dos veces algo. Si lo quieres, lo coges cuando te lo ofrecen. Y si no lo haces en ese momento… ¡lo has perdido!
Además, aunque la persona que tienes frente a ti no sea el hombre o la mujer de tu vida con quien vayas a tener una familia ¿quién te dice a ti que no vayas a tener una conversación agradable y divertida? ¿Cómo sabes que no puede aportar algo a tu vida?
Nuestros amigos nos suelen sugerir que no busquemos a esa persona con la que compartir nuestra vida, que ya llegará en el momento más inesperado. Sin embargo, muchas veces desaprovechamos oportunidades que nos pueden abrir nuevos caminos hacia esa persona que realmente tenemos en nuestra cabeza.
Independientemente de lo que hagamos es importante tener una idea clara de la persona con la que queremos compartir nuestra vida. Una idea real de lo que podemos esperar de ella y no un cuento que esperamos que llegue a buen término.
San Valentín
lunes, 14 febrero, 2011
Un año más el día de los enamorados llama a nuestras puertas y, como en otras ocasiones, podremos celebrarlo con nuestra pareja por todo lo alto para que el mundo entero sepa lo felices que estamos el uno con el otro, o podremos pasarlo discretamente en nuestra casa o con un grupo de amigos porque la cosa no va del todo con nosotros, ya que una vez más, nos encontramos en estas fechas sin pareja.
Aunque la tendencia social de los últimos años apunta a que las personas somos más individualistas y preferimos vivir solas en nuestro apartamento criando nuevas manías difíciles de quitar, los seres humanos somos seres sociables, es decir, que nos gusta el trato y la relación con otras personas.
Es el trato a otras personas lo que en ocasiones nos permite encontrar a una que nos llama la atención, alguien que altera nuestros sentidos y nos hace estremecer. No hace falta que esté muy cerca de nosotros, basta con saber que se encuentra en la otra habitación para que nuestro corazón comience a acelerarse de forma automática.
Cuando hablamos con esta persona no lo hacemos de temas banales, como el tiempo o el tráfico que hay en la ciudad, sino que buscamos aquellos temas que nos permiten indagar de forma sutil sobre el pasado, presente y futuro de nuestro interlocutor. Las preguntas abiertas y la escucha activa son herramientas fundamentales en este momento y la destreza que hayamos adquirido en ellas nos permitirá recabar información de vital importancia para entablar una relación en el futuro.
Tal vez durante los primeros encuentros las personas que nos rodean no sean capaces de afirmar si somos novios o no, pero lo que si pueden percibir es que nuestra forma de andar es diferente, que tenemos más brillo en los ojos, que sonreímos más e incluso que nos tomamos las cosas de manera diferente a como lo hacíamos unos días atrás.
Es posible que la persona que nos atrae tenga unos kilitos de más, que peine alguna cana, que tenga alguna arruga o que su dentadura no sea toda perfecta, pero nos aporta aquello que nosotros necesitamos en este preciso momento de nuestra vida, por lo que no nos importa lo que la gente opine, para nosotros es la perfección, aunque sea imperfecta.
Ese algo más que nuestros conocidos ven en nosotros no es sólo la energía con la que uno se levanta cada mañana, ni el gozo con el que nos enfrentamos a los retos diarios, sino que es un nuevo estilo de vida. Un estilo de vida en el que uno no sólo se siente mejor por la energía adicional que derrocha por cada poro de su piel, sino también porque nos sentimos mejores personas.
Es cierto que algunas mujeres buscan un hombre malo al que poder cambiar para así sentirse queridas, pero no es menos cierto que los hombres buenos también pueden mejorar con una mujer a su lado, y viceversa. Las buenas personas también tienen sus áreas de mejora, aunque tal vez no se vean a priori, pero son áreas que pueden mejorar al compartir su vida con otra persona que saca lo mejor de ellas.
Y tal vez sea esto, el sacar lo mejor de uno mismo lo que buscamos en la otra persona. Esperamos que alguien pueda sacar lo mejor de nosotros mismos, porque es la satisfacción de poder ser mejores lo que nos permite estar un poco más cerca de la autorrealización en esa pirámide que Maslow dibujaba hace algún tiempo.
Pero estemos más arriba o más abajo en esta pirámide, lo que es cierto es que son estas sensaciones las que recordaremos con el tiempo, y es ese flotar en el aire y esas mariposas en el estómago las que nos permiten comenzar una nueva relación cuando concluye otra. De hecho, y aunque es tarea complicada, a un gran número de personas no las importaría mantener este estado de enamoramiento durante toda su vida ¿o es que a ti no te gusta tener mariposas en el estómago, esperar su llamada, u oler su rastro de perfume en tu suéter?
Perfeccionistas
lunes, 18 octubre, 2010
Las personas tendemos a buscar la perfección en nuestras relaciones, tanto personales como profesionales. En las primeras buscamos al hombre perfecto o a la mujer perfecta, y una vez tenemos hijos es posible que los criemos de tal manera que puedan llegar a ser los hijos perfectos, aunque en el intento se vaya nuestra salud. En la segunda intentamos encontrar al jefe, al cliente o al compañero perfecto, teniendo que desistir en la mayoría de los casos ya que ninguno de ellos se acerca siquiera a las expectativas que nos hemos creado de ellos. Y en los trabajos que tenemos que realizar ponemos gran empeño en investigar hasta el más mínimo de los detalles, lo cual supone reducir nuestra productividad a causa del tiempo invertido en la tarea.
La perfección para muchas personas no es una virtud, sino una desdicha. Estas personas tienden a frustrarse si no son capaces de alcanzar su sueño o si observan que las personas que las rodean no son perfectas. Esta perfección lleva implícita una omnipotencia de la persona, lo cual no deja de ser una fantasía de la mente más que una realidad. De hecho, las personas que se sienten idolatradas pueden llegar a ser desdichadas con su pareja, ya que esta tiende a menospreciarse, a no darse el valor que realmente tiene y, por tanto, a no darse su lugar dentro de la relación.
Hay ocasiones en las que las personas se aferran a la perfección para disimular ciertas cualidades que ellas sienten como carencias. De esta forma una persona puede investigar hasta el más mínimo detalle sobre un tema para maquillar de alguna forma una carencia técnica. Y puede dar resultado, pero aunque el conocimiento no ocupe lugar, lo que sí ocupa es: tiempo. Y el tiempo, en nuestra sociedad, es un bien muy preciado.
Tal vez sea esto, la carencia de tiempo en el entorno laboral, lo que hace que algunas personas perfeccionistas se sientan más inseguras a la hora de realizar ciertas labores, en especial en entornos de trabajo muy dinámicos. En estos entornos las tareas deben estar terminadas para ayer. Estos entornos pueden ser tan dinámicos que mientras una persona está hablando la otra ya le está enviando enlaces y documentación que puede utilizar para su trabajo. En estos entornos no parece existir tiempo material para hacer todas las tareas asignadas en un día, por lo que las jornadas de trabajo deben alargarse.
Es importante tener en cuenta que la perfección no existe. El hombre o la mujer perfecta son una fantasía que nosotros nos creamos. De hecho, si existiera esa persona perfecta, es muy posible que no necesitara estar con nosotros, ya que al ser perfecta no necesita nada. De igual manera, en el entorno de trabajo debemos ser capaces de crear un equilibrio entre el tiempo que nos asignan para realizar una tarea y la calidad con la que la podemos entregar en dicho tiempo sin que esto llegue a frustrarnos. Esto no quita para que debamos mejorar nuestras habilidades y técnicas de trabajo, las cuales nos permitirán hacer las tareas en menos tiempo y con mayor calidad.
Al final del día lo que debemos evitar es la frustración que nos genera nuestro perfeccionismo, ya que la propia perfección es una utopía inalcanzable que sólo merma nuestro espíritu y nos hace ser desdichados. El coach puede ayudar a minimizar la frustración a través de trabajar y desarrollar aquellas cualidades de la personas más debilitadas con el paso del tiempo y las circunstancias personales de cada individuo.
Quiero que sea…
lunes, 13 septiembre, 2010
No es raro estar hablando fijamente a los ojos de algún amigo cuando notas que su mirada, hasta el momento fija en tu rostro, comienza a desviarse ligera y progresivamente hacia un lado. Si eres una persona curiosa es muy posible que gires tu cabeza para saber exactamente quién diablos es la persona que turba la concentración de tu interlocutor. Y si la discreción no es tu fuerte, entonces es posible que gires el cuerpo entero y exclames: «¡vaya, no está mal!«.
Es entonces cuando el tema de conversación cambia radicalmente y comienza el tuning de quien haya osado pasar entre el ángulo de visión de ambos: «No está mal, pero si le quitaras un poco de… y le pusieras un poco más de… y le cambiaras… y en vez de…«. Y como conozcamos personalmente a la protagonista entonces podemos entrar hasta en su forma de ser: «si fuera un poco más abierta… si tuviese un poco más de humor… si no fuera tan basta al hablar… si cambiara de amigos…«. Y esto que parece un estereotipo exclusivo de los hombres también les ocurre a las mujeres, aunque en ellas es algo más disimulado inicialmente por tener, entre otras cosas, un ángulo de visión mayor que el de los hombres.
En este ejemplo concreto no estamos describiendo al hombre perfecto ni a la mujer que tenemos en nuestras fantasías y que podrían hacernos la vida un poco más agradable en nuestros sueños, sino que estamos ajustando a una persona real, y por ello imperfecta, a nuestras necesidades concretas, a nuestras fantasías.
El conformar algo como nosotros queremos es complicado. Y se complica aún más conforme la otra persona tiene una identidad ya formada. Tal vez por esto algunas personas dicen que llegada la crisis de los 40 los hombres buscan una chica más joven que ellos para poder modelarla a su gusto. Es posible que las decepciones que han tenido en su vida hagan que algunos de estos hombres quieran buscar una mujer a la que puedan configurar a su medida para evitar de esta forma algunos de los problemas que tuvo en el pasado con las mujeres de su quinta.
También es posible que tenga que ver con el equilibrio en el apetito sexual de ambos. Según Pease International Research, el apetito sexual de un hombre de 40 años se corresponde más con el de una joven de apenas 25 años que con el de una mujer de su propia edad, ya que esta última tiene el mismo apetito sexual que el de un joven a quien dobla en edad. Por eso últimamente se ven parejas donde la diferencia de edad es bastante apreciable, aunque a ninguna de las dos partes les importe demasiado este hecho para seguir juntos.
De hecho, algunas mujeres jóvenes prefieren un hombre mayor que esté más pendiente de sus necesidades y emociones, con quien pueda hablar y quien no esté pensando todo el día en el sexo y dónde lo vamos a hacer hoy, si en la cocina o en el ascensor. De igual manera algunas mujeres mayores prefieren a los jóvenes porque, además de tener unas necesidades sexuales mayores que sólo los jóvenes pueden satisfacer, se evitan complicaciones que llevan asociados los hombres mayores. Por su parte los hombres pueden ver satisfecha su fantasía de estar con una mujer mayor cuando son jóvenes y de estar con una mujer más joven cuando son mayores.
Independientemente de la pareja con la que se decida mantener una relación, es muy importante aceptar a las personas tal y como son, así como averiguar qué es lo que quiere mi pareja. Los cambios son posibles en las personas y la pareja puede ayudar a que seamos conscientes de ciertas conductas que no son apropiadas en ciertos entornos. Sin embargo esto no debería desembocar en que la otra persona cambie porque a mi no me gustan ciertas cosas, o porque creo que debe cambiar por amor hacia mi.
Los cambios demasiado radicales pueden terminar en conflictos de pareja que llevan ineludiblemente a la ruptura de la misma. Por eso es importante mantener una postura abierta y un diálogo fluido entre ambas partes que permita que nos conozcamos más y nos volvamos a enamorar. Esto se puede conseguir también con la ayuda de un profesional que nos puede aportar las pautas iniciales para salir de nuestro bucle y de nuestras respuestas automáticas para así aprender a seducir a la persona que amamos a través de las preguntas que nos indican qué es lo que quiere realmente y qué tenemos en común.
Chicos malos
viernes, 23 julio, 2010
Las novelas baratas nos muestran héroes despiadados o villanos que cambian su manera de ser tan sólo por amor a la heroína. Esta forma de ver las relaciones de pareja es bastante popular en los relatos de ficción, haciendo en algunos casos que las ventas de ejemplares se disparen, pero al poner los pies sobre la tierra vemos que este tipo de relaciones no funcionan porque ¡el chico nunca cambia!.
Los hombres buenos, es decir, considerados, educados, abiertos, vulnerables, generosos, atentos, apreciativos, cálidos, dulces, y expresivos con sus afectos, que no han podido mantener una relación con la mujer que deseaban porque ésta se ha ido con el «chico malo» suelen afirmar que «las mujeres no quieren un hombre bueno, sino uno que las trate mal«. Sin embargo, las mujeres, al igual que la mayoría de las personas, quieren estar con una persona buena, que las respete y las trate bien. Entonces ¿cómo es posible que no estén con los chicos buenos?
Está claro que las mujeres quieren que se las trate bien, pero al mismo tiempo y casi con más fuerza quieren sentirse especiales. Así, cuando un hombre es bueno con ellas, están contentas y agradecidas, pero cuando el hombre es amable y bondadoso con el resto de la gente, ellas comienzan a preguntarse «¿cómo podré saber si realmente me ama a mi?«. Es entonces cuando comienzan a buscar pruebas de ese amor verdadero ¿y qué más sencillo que encontrar a un hombre malo que cambie por amor?
De esta forma algunas mujeres quieren ser tratadas bien por hombres que no son buenos, hombres cuya única razón para ser buenos sería el estar obligados a cambiar por amor hacia esa mujer especial. Esto garantiza a la mujer que ellos han cambiado por amor y que las quieren sólo a ellas, sin embargo, con el tiempo, ella volverá a preguntarse ¿dónde me equivoqué?
Para evitar este tipo de situaciones podemos utilizar un coach, quien nos ayudará a identificar la pareja que buscamos, al hombre que nos haga vibrar o a esa mujer que nos llene y que nos permita volver a enamorarnos.
¿Qué busco ahora?
martes, 29 diciembre, 2009
Una vez más se aproxima el fin de año y algunas personas no tendrán una pareja a quien abrazar o a quien besar cuando las campanadas anuncien el término de 2009. El hecho de sentirnos solos en estas fechas tan entrañables hace que volvamos a incluir en nuestra lista de propósitos de año nuevo el encontrar pareja como objetivo prioritario para este nuevo año que en breve comenzará.
Es posible que algunas de esas personas solitarias decidan no incluir en su lista de propósitos este objetivo para el nuevo año. Esto puede ser debido a que no buscan nada porque todavía no están disponibles para comenzar una relación, aunque ellos no sean conscientes de ello. Sin embargo, las personas que quieran volver a enamorarse pondrán este objetivo en su lista.
Ahora bien ¿qué es lo que busco ahora? En principio busco pareja, sin más. Pero ¿qué tipo de pareja en concreto? Un pequeño estudio sin valor científico que realicé hace algún tiempo con una muestra de amigos de diferentes edades confirmaba algo que casi todos pensamos y que indico a continuación.
Los adolescentes entre 15 y 25 años buscan una persona que destaque en algo, siendo lo más común su atractivo físico y su popularidad. Los valores no tienen demasiada importancia, ya que a esas edades la persona está formando su personalidad. En el rango comprendido entre los 25 y los 35 años, los encuestados buscaban una persona con un cierto atractivo, pero que tuviera un poco de cabeza y sentido común, es decir, los valores personales comienzan a tener su peso a la hora de entablar una relación. A partir de los 35 años el físico pasaba a un segundo plano, siendo los valores de la persona y sus habilidades interpersonales lo que tenía más importancia y lo que realmente atraía al sexo contrarío.
A la hora de buscar esa imperfección perfecta, y por mucho que nos pueda gustar esa persona que apenas nos hace caso, que nos ignora continuamente o incluso nos puede hacer algún desprecio en público, es importante tener en cuenta cuáles son nuestros valores personales. Esto nos ayudará a saber qué podemos ofrecer a la otra persona y qué queremos recibir de ella.
Solteros de plata
viernes, 25 diciembre, 2009
Como cada año por estas fechas hace unos días escribiste una carta a Santa Claus en la cual listabas todo aquello que querías recibir el día de Navidad. Entre todas las cosas de tu lista es posible que incluyeras una persona con quien compartir tu vida. Es más, si eres del tipo de persona que le gusta ir al detalle, es posible que añadieras algunos nombres a tu lista, como: Russell Crowe, Petrina Khashoggi, George Clooney, Ashley Olsen, Javier Bardem o Penélope Cruz. Si has sido una persona realmente buena durante todo el año, es posible que esta mañana, al levantarte y bajar corriendo las escaleras, te hayas encontrado junto al árbol un enorme paquete donde se escondía ese soltero de oro que habías solicitado. Aunque lo más probable es que antes de abrir el regalo te hayas despertado de tu sueño sin poder descubrir quién era la persona famosa, atractiva, con dinero y con una edad entre los 23 y los 63 años que se encontraba envuelta en ese maravilloso paquete con un enorme lazo.
Si lo que buscas en tu pareja es que te de fama, pasión y dinero, y esa persona no estaba en ninguno de los paquetes que has desenvuelto a primera hora de la mañana, entonces tienes que ponerte manos a la obra para conocer a uno ¡y no es tarea imposible! De hecho así lo demuestra la relación que tuvo Penélope Cruz con Tom Cruise hace unos años, o más recientemente el enlace entre Letizia Ortíz y el Príncipe Felipe. ¿Quién te iba a decir que una actriz española podría salir con un famoso actor americano? ¿O que una periodista pudiera casarse con un príncipe? Nada es imposible, tan sólo hay que entrar en su círculo, para lo que es importante tener amigos en común, haber estudiado en los mismos colegios, frecuentar los mismos sitios, o tener gustos y ambiciones similares.
Si por algún motivo no tienes acceso a esos círculos, una alternativa nada desdeñable son los solteros de plata, personas que, sin ser millonarias, ni famosas, ni ser descendientes de alguna gran fortuna, están solteras, tienen su trabajo bien remunerado y también pueden hacerte feliz. Seguro que si abres tu libreta de direcciones tienes apuntado el nombre de alguno de estos solteros: Juan, María, Francisco, Isabel o Antonio.
Hay que tener en cuenta que, aunque nada es imposible, la realidad que te rodea puede hacer que la consecución de tu objetivo sea algo más complicada. También es importante tener en cuenta que, a veces, la fantasía puede impedir que veas tu realidad más cercana, y que ese hombre o mujer imperfecta esté justo a tu lado.
Recuerda que el futuro se lo marca uno mismo y está en tus manos el que el mañana sea de una forma u otra. Tú eliges. ¡Feliz navidad!
Volver a enamorarse
jueves, 24 diciembre, 2009
Estar enamorado es una de las mejores sensaciones que tenemos a lo largo de nuestras vidas. Por muy mal que lo pasemos al romper con una persona, una vez pasado el periodo de duelo estamos de nuevo buscando una pareja de quien volver a enamorarnos y con quien compartir nuestra vida.
Una vez estamos disponibles para encontrar a ese hombre o mujer con quien compartir nuestros tiempo, a esa persona imperfecta que nos llene de alegría y felicidad, buscamos señales en toda persona que nos rodea con el afán de encontrar alguna pista con la que podamos afirmar «¡ésta es la persona con la que quiero estar!».
Las sensaciones que obtenemos cuando nos enamoramos pueden ser tan fuertes que si al llegar el fin del año no hemos encontrado a esa persona, es posible que nos pongamos como propósito de año nuevo encontrar una persona con quien compartir nuestro mundo… ¡otra vez!
Todos queremos estar enamorados el mayor tiempo posible, queremos sentir esas mariposas en el estómago, esperar la llamada de la otra persona, incluso rozarla fortuitamente a lo largo del día para sentir esa chispa que nos hace sonrojarnos. Esta puede ser una de las razones por las que algunas personas pueden llegar a ser auténticos maestros en el arte de la seducción.
Algunos dicen que no hay que buscar el amor, que viene por sí solo. Otros aseguran que hay que buscarlo para encontrarlo. Independientemente de cuál sea nuestra tendencia, lo que está claro es que hay que estar abierto y receptivo, hay que estar disponible para la otra persona. Y no sólo eso, sino que también es importante tener claro qué es lo que quiero en este momento de mi vida. Para ello nos puede venir bien conocer cuáles son nuestros valores personales, cuáles de ellos puedo ofrecer a mi pareja y cuáles busco en ella.
La buena noticia es que hay una persona que nos hará felices y con quien desearemos estar el resto de nuestra vida. Lo importante ahora es saber si no la hemos encontrado debido a que no hemos topado con ella o si es debido a esos miedos irracionales que nos impiden hablar con ella, por muy paradójica que sea esta vida.