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Víctimas emocionales
viernes, 10 agosto, 2012
En alguna ocasión es posible que nos hayamos sentido atraídos por una persona a los pocos minutos de conocerla. Tal vez fuera su aspecto físico lo que nos atrajo inicialmente; o su conversación, la cual era nula si tenemos en cuenta que sólo hablaba yo; o tal vez su mirada seductora, la cual era tan electrizante que nos erizaba el pelo de todo el cuerpo; pero en cualquier caso, y sin tener muy claros los motivos, nos sentimos atraídos hacia esa persona de manera irremediable.
A partir de ese momento nuestra capacidad creativa aumenta de forma exponencial con el objeto de ayudarnos a encontrar alguna actividad en la que podamos coincidir de nuevo. Volver a quedar con los amigos para tomar una cerveza, salir a bailar a alguna discoteca de moda, una salida al campo… ¡cualquier cosa vale con tal de volver a verla!
Al llegar el siguiente encuentro nuestros corazones laten a un ritmo poco habitual. Desde el momento en el que se cruzan nuestras miradas comenzamos a buscar esa chispa, una chispa que, si salta, puede hacer que nuestros labios se encuentren al final de la velada.
Sin embargo, también es posible que la otra persona no esté del todo “emocionada” con nosotros. Es posible que la otra persona no esté disponible en ese momento porque, tal vez, tenga a otra persona en la cabeza; o quizás porque no quiera meterse en una nueva relación después de lo mal que acabó la última. Por tanto, el encuentro es frío, distante. En ese entorno difícilmente saltará ninguna chispa. Nos sentimos rechazados por la otra persona.
Este sentimiento de rechazo, el sentir que la persona por la que nos sentimos atraídos no tiene un sentimiento recíproco hacia nosotros, hace que nos convirtamos, de forma inconsciente, en víctimas de esa relación que nunca llegó a germinar. Nuestra sociedad, alentada tal vez por sus creencias católicas, fomenta que estas personas que no han llegado a ser amadas, se consideren víctimas de esta injusticia emocional. Pero ¿cuál es realmente la injusticia que hemos sufrido en nuestras carnes?
Tal vez la injusticia haya sido la propia realidad. Una realidad que en muchas ocasiones es cruel si no estamos preparados para ello. Una crueldad que debe ser endulzada de alguna forma por las personas que nos rodean para evitar que nos sintamos mal. Pero la realidad, nos guste o no, es que no podemos atraer a todas las personas que nos rodean. No podemos tener afinidad con todas ellas, aunque en ocasiones tengamos muchas cosas en común.
Por tanto, cuanto antes comencemos a asumir este hecho, que no podemos gustar a todas las personas por las que nos sentimos atraídos o interesados, antes dejaremos de sufrir. Un hecho que, además, puede darse en ambos sentidos, es decir, en ocasiones podemos estar nosotros en el otro lado, en el lado de la persona que no está interesada por la propuesta que le hacen.
Lo mejor para evitar ser víctimas emocionales es asumir la realidad. Y la realidad es que no todas las personas con las que nos topemos en esta vida, y por las que nos sintamos atraídos, van a estar interesadas en nosotros. También es importante dejar a un lado la fantasía en la que idiotizamos a la otra persona, en la que le decimos que no sabe lo que se va a perder por no estar con nosotros, en la que nos encumbramos a lo más alto y nos creemos el no va más; tan sólo como respuesta a nuestra rabia por haber sido relegados a un segundo lugar en su vida.
El aprender a gestionar nuestros sentimientos, nuestra rabia, nos puede ayudar a seguir con nuestra vida en un corto periodo de tiempo. Nos puede ayudar a ser el protagonista de nuestra vida, y no un actor secundario a expensas del guión que nos vaya escribiendo la otra persona.