Artículos etiquetados ‘sentido humor’
Crash n burn
miércoles, 21 julio, 2010
¿Cuántas veces un hombre se ha acercado a una mujer con el objeto de entablar algo más que una conversación y ésta lo ha rechazado de manera casi fulminante? Ejemplos de hombres que fracasan en su intento por conquistar a una mujer los encontramos cada vez que salimos a tomar una copa.
El fin de semana pasado, sin ir más lejos, tuve la ocasión de comprobar cómo tres hombres se estrellaban de forma estrepitosa al intentar abordar a una mujer que entró con sus amigas en el local en el que nos encontrábamos. Apenas este grupo de chicas había cogido las copas en sus manos, el «macho alfa» de uno de los grupos contiguos se acercó a una de ellas por detrás, la tocó en el hombro y comenzó su discurso. No sé lo que la diría, pero no pasaron ni treinta segundos antes de que la joven le diera las gracias por el intento y lo mandara de vuelta con sus amigos. A los pocos minutos otro incauto, creyéndose con más suerte que el anterior, realizó una maniobra muy similar a la del primer audaz. El resultado: idéntico al anterior. Como la noche era joven, había poca luz, exceso de humo en el ambiente, un nivel etílico en sangre óptimo para romper la timidez y, como no hay dos sin tres, un tercer galán probó fortuna con la misma mujer y… «crashed & burned» que dicen los anglosajones. O como diríamos por estos lares: «tocado y hundido».
Este ejemplo nos demuestra que existen hombres que no prestan atención a las señales que nos envían nuestras compañeras de juego y que, por tanto, su única diversión es darse de bruces contra una pared de hormigón armado con la única satisfacción de poder decir luego a sus amigos algo así como: «ayer entré a quince tías en toda la noche«, «es que las mujeres están locas» o «es que las mujeres no saben lo que quieren«.
Siento comunicar a este tipo de hombres que las mujeres tienen muy claro lo que quieren, y obviamente no es un «tío brasas» que las avasalla sin haber sido invitado a la fiesta. Ellas, al igual que nosotros, otean el horizonte en busca de esa persona que llame su atención. Una vez encuentran a ese hombre perfecto su primer instinto será el de comunicarse con él. Para ello comenzarán de forma sutil a coquetear con el agraciado, utilizando las técnicas de comunicación no verbal más ancestrales: una tímida mirada, una inocente sonrisa, o tal vez una mirada un poco más coqueta que nos permita detectar que está interesada en nosotros.
Si detectamos esta comunicación, la pelota está en nuestro tejado. Las mujeres ahora esperan encontrar a ese hombre seguro de si mismo que no tenga miedo de andar esos diez metros que los separan para recoger su premio. Sin embargo, llegado este momento, hay hombres en los que se paralizan. Son incapaces de dar ese primer paso. Su miedo inconsciente al fracaso, a ser rechazados por la otra persona, los hace que se aferren a su pinta de cerveza, perdiendo así una gran oportunidad.
Obviamente hay otros con la autoestima por las nubes quienes, aunque ven el riesgo de perder algo si fracasan, han analizado bien las señales enviadas y caminan la distancia que los separa con una sonrisa arrebatadora en su cara. Una vez estamos a su lado, las mujeres esperan encontrar a ese hombre simpático y divertido, que las haga reír, y con la suficiente imaginación para distanciarse de las típicas preguntas como «¿perdona, creo que me estabas mirando?«. Seamos espontáneos, comencemos con algo fuera de lo normal sin que esto tenga que ser grosero, la grosería la podemos dejar para la alcoba si es lo que nos gusta a ambos en un momento de lujuria.
También es importante tener en cuenta que las mujeres no quieren al típico hombre que salta de flor en flor. Las mujeres quieren sentirse especiales, quieren ser la flor elegida de entre todas las que se encuentran en el jardín. Para ello el hombre deberá estar atento a las señales que va recibiendo de todas las mujeres que allí se encuentran, buscando esa sonrisa o esa mirada de complicidad y así, al final, decantarse por aquella cuyas señales hayan sido mejor decodificadas.
Otra cosa a tener en cuenta es que las mujeres son muy asustadizas. ¿Cuántas veces nos hemos aproximado a alguna amiga por detrás y la hemos dado un susto de muerte sin nosotros quererlo? Por tanto, si ya de por si es importante no asustar a nuestras amigas ¿cuánto más importante será no asustar a la mujer que queremos conquistar? Para evitar esto, siempre nos deberemos acercar de cara a esa mujer con la que queremos contactar por primera vez.
Otro punto a tener en cuenta es que, si bien es cierto que a todos nos puede gustar una caricia, hay que tener las manos a buen recaudo durante los primeros diez minutos de conversación. Pasado este tiempo podemos tocar ligeramente a la otra persona en su zona neutra – entre el hombro y el codo de su brazo – para mostrar nuestro interés por ella, pero nunca con el ánimo de «meterla mano» o «sobarla«, ya que ellas detectarán esa sutil diferencia y nos alejarán de su lado.
Aunque ser un verdadero maestro en el arte de la seducción nos puede llevar un tiempo, estas sugerencias nos pueden permitir iniciar relaciones allá donde vayamos con la persona que nos interese, tal y como le ocurrió a un amigo el otro día en la piscina. A los pocos minutos de estar tumbados al sol este amigo detectó que una chica que paseaba junto al borde del estanque para el baño le miraba. Después de varios paseos arriba y abajo para cerciorarse de que mi amigo la había visto, la chica en cuestión comenzó a interactuar por medio de su comunicación no verbal. Primero una sutil sonrisa, luego un guiño, más tarde le sacó la lengua, así como otro tipo de acciones que mostraban su interés. Después de un tiempo comunicándose en la lejanía ella y su amiga se acercaron y pusieron sus toallas cerca de las nuestras. Al final de la tarde la interesada le dio un trozo de papel a nuestro amigo en el que le indicaba claramente su dirección de correo electrónico y su número de móvil para que la llamara y pudieran quedar otro día. El resto ya es parte de la historia personal de este amigo.
Gestión del cambio
lunes, 19 julio, 2010
El cambio es algo que está presente en nuestras vidas desde el momento en que somos concebidos. Los cambios celulares de los que no somos conscientes no nos suelen preocupar, a menos que estos degeneren en una enfermedad que sea detectada. Sin embargo, aquellos cambios que se producen en nuestro entorno y que afectan a nuestra identidad o forma de vida son contra los que nos revelamos y debemos aprender a gestionar.
Hace unos días el gimnasio al que acudo habitualmente cambió de instalaciones. Aunque el nuevo local es más grande y algunas de sus máquinas y servicios son completamente nuevos, un gran número de personas no estaban del todo contentas con la distribución de las máquinas, la entrada a las salas, los vestuarios, o cualquier detalle que fuera diferente a lo que ellas estaban habituadas, siendo algunas de las frases más escuchadas: «el otro gimnasio era mejor«, «me voy a ir de aquí«, «esto no me gusta nada«.
En nuestra vida sentimental los cambios tampoco son bien recibidos. Si no tenemos pareja y comenzamos una relación con una persona nueva, la entrada de ésta en nuestras vidas, y más en concreto en nuestra casa, puede hacer que nuestro cuerpo experimente sensaciones hasta entonces desconocidas debidas a los comportamientos de la otra persona que nos estresan sin razón aparente. Cuántas veces habremos escuchado: «es que me lo cambia todo de sitio«, «es que me quiere redecorar la casa«, «es que me quita el mando de la televisión«, «es que me deja los calcetines sobre el sofá«, «es que no mete las cosas en la lavadora«.
Algo parecido ocurre cuando nuestros hijos vuelven al hogar familiar a pasar unos días de vacaciones. Y no digamos nada si estos vienen acompañados por su pareja e hijos. En estos casos los progenitores experimentan un desasosiego que puede terminar colmando el vaso y haciendo que un camino de rosas se convierta en un auténtico calvario si no se tiene un poco de sentido del humor.
Ante un cambio las personas se pueden resistir e intentar no amoldarse a dicho cambio. En el caso del gimnasio los clientes se pueden ir a otro gimnasio de la zona; frente a una relación de pareja puedo ir yo a su casa en vez de que venga la otra persona a la mía, o romper la relación si no nos lleva a ningún sitio; en vacaciones puedo buscar otro lugar donde pasar mi tiempo libre que no sea molestando a mis padres o a los de mi pareja; y en el caso de un trabajo… ¡me puedo buscar otro!
Todo cambio que suframos en nuestra vida personal es, en mayor o menor medida, importante para nosotros. En esos momentos es normal que algunas personas tengan miedo a ese cambio porque tal vez crean que al cambiar dejarán de ser ellas mismas: «Si cambio ya no soy yo«.
Por el contrario, otras personas consideran que el cambio es positivo, que las aporta nuevas oportunidades de crecimiento y desarrollo. Estas personas están dispuestas a adaptarse a los cambios porque tienen en su mente un objetivo superior al mero hecho de dejar de ser ellas mismas: crecer como personas.
En cualquier caso hay que tener en cuenta que las personas pueden cambiar, si bien la velocidad de adaptación a la nueva situación dependerá de la edad de la persona, su bagaje cultural y su forma de ser.
También es importante tener en cuenta que los cambios progresivos son menos impactantes y obtienen menos rechazo que aquellos que son de un día para otro y a la persona le supone un cambio drástico en su forma de actuar. Por eso las grandes empresas llevan años desarrollando sus departamentos de recursos humanos en el área de gestión del cambio, para que sus empleados puedan ser ayudados de forma progresiva con la adaptación de la empresa a su nuevo entorno empresarial, tanto en relación con las nuevas tecnologías como en los cambios debidos a una crisis económica.
Un coach puede ayudar a las personas a sobrellevar un cambio drástico a través de la metodología empleada en el coaching, así como a aquellas personas que consideren que su vida personal o profesional debe cambiar para poder conseguir de una vez por todas sus objetivos. El desarrollo de habilidades interpersonales es un buen ejemplo de cambio en el comportamiento que beneficia a la persona en su entorno laboral y personal.
El efecto fulana
miércoles, 30 junio, 2010
Durante los últimos meses me he encontrado con mujeres que se encontraban con serias dificultades a la hora de llamar por primera vez a un hombre a los pocos días de conocerlo. Una de estas mujeres no llamó a ese hombre que había conocido por miedo a lo que éste pudiera pensar de ella. Otra lo llamó, pero se pasó los primeros cinco minutos de conversación disculpándose por la llamada para que el receptor no pensara «nada raro de ella«.
Pese a los movimientos feministas y a la liberación sexual, algunas mujeres de nuestra sociedad siguen considerando que llamar por teléfono a un hombre por primera vez es un acto agresivo, que denota cierta desesperación sexual e incluso que ofrece una imagen de mujer promiscua. Y es la promiscuidad, el hecho de ser considerada una fulana, es decir, una mujer que mantiene relaciones sexuales con varias personas, lo que está cargado de connotaciones negativas.
Las mujeres que sufren del «efecto fulana» pueden ser mujeres de cualquier edad, rango social o nivel cultural, pero tienen en común que todas ellas evitan llevar a cabo cualquier acción que produzca como resultado una imagen de mujer promiscua. Y es esta falta de acción la que impide que consigamos nuestros objetivos.
Si bien un primer paso para romper este bloqueo puede ser el identificar aquellas acciones que pueden darme esa imagen de mujer promiscua para evitarlas en la medida de lo posible mientras analizo sus ventajas y desventajas, o mientras veo si tienen un peso específico real en mis relaciones, la experiencia nos muestra que en el arte de seducir la mejor manera de proceder es con naturalidad, utilizando el sentido del humor, despertando la curiosidad de la otra persona, mostrando tu personalidad y permitiendo que la relación fluya por los caminos que vamos trazando, sin agobios ni prisas.