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El cubo de madera
martes, 16 abril, 2013
Erase una vez un recipiente en forma de cono truncado llamado Dekon. Dekon pertenecía a la especie de los “cubos”, los cuales se caracterizaban por tener asa y estar abiertos en su circunferencia mayor; teniendo fondo en la menor. Dekon era de madera, aunque bien hubiera podido ser de metal o cualquier otra materia que se encontrara tanto en la superficie de aquel planeta como bajo esta. En cuanto a su tamaño, no era ni muy grande si se comparaba con el resto de sus congéneres, ni tampoco demasiado pequeño.
Los cubos habían sido creados con una función principal, la de llenar su interior con todo aquello que estuviera a su alcance. De esta manera, aquellos conos huecos podían introducir en su interior cualquier material, desde líquidos hasta sólidos. Cada cubo era libre de rellenar su interior con aquello que él considerara oportuno, pudiendo introducir en su interior elementos de gran valor u otros sin ninguna utilidad. La única limitación era su capacidad. Una vez habían ocupado todo su volumen debían deshacerse de algún elemento de su interior si querían meter más cosas.
Aquella mañana Dekon se había levantado más temprano de lo habitual, por lo que aprovechó para dar un paseo por el bosque que rodeaba su aldea. Mientras caminaba entre los árboles mirando a uno y otro lado en busca de algo que poder llevar a su interior, Dekon se topó en su camino con una cavidad subterránea que hasta ahora nunca antes había visto. Este agujero horadado en la piedra estaba cubierto por multitud de hojas de plantas que impedían la entrada a la parte de adentro. Se acercó y comenzó a retirar las ramas más grandes para poder acceder a aquella cueva. Una vez se hizo paso entre el follaje, entró al interior de aquella caverna.
La claridad dentro de aquel agujero en la piedra era mínima, por lo que Dekon se quedó a pocos metros de la entrada. Los pocos rayos que habían penetrado en el interior de aquella caverna revotaban en las paredes, dándole a Dekon una idea de cómo era su interior sin tener que adentrarse mucho más. Y fue uno de estos rayos el que, al chocar con un objeto, hizo que este brillara en lo más profundo de la cueva, despertando la curiosidad de Dekon.
Dekon se adentró un poco más siguiendo el destello de aquel objeto. Una vez junto a él, lo tomó en su mano. Las sombras no le permitían mirar con atención aquella piedra fina, por lo que se giró y salió hacia la claridad del bosque. Al limpiar el barro que cubría aquella piedra brilló con fuerza el verde que la teñía.
Dekon nunca antes había tenido nada tan bello entre sus manos, por lo que pensó que guardarlo en su interior no le aportaría nada, ya que nadie sería capaz de verlo a menos que se lo mostrara. Por tanto, tal vez fuera mejor adherirlo a su sosa y aburrida cubierta de madera. Esto lo haría diferente a los demás. De hecho, hasta es posible que algunos de los cubos que tenía a su alrededor pudieran pensar que valía más de lo que realmente valía. Dicho y hecho. Aquella piedra teñida de verde fue pegada sobre su madera.
A partir de ese momento, Dekon dejó de pensar en buscar elementos a su alrededor que poder incluir en su interior, y se dedicó por completo a la búsqueda de más piedras preciosas que poder poner sobre su superficie cónica. Durante meses estuvo haciendo lo necesario para conseguir este tipo de piedras que parecían llamar la atención de los cubos más próximos a él, olvidándose por completo de llenar su interior.
Con el paso del tiempo Dekon tenía toda su superficie completamente cubierta de gemas y piedras preciosas. Todos los cubos le admiraban e incluso envidiaban; pero ninguno de ellos lo trataba como lo que era, sino por aquello que tenía. Querían saber cómo conseguir aquellas gemas tan brillantes, querían que se las prestara, e incluso en algunos casos hasta querían robárselas.
Dekon no se sentía completo, por lo que comenzó a quitarse aquellas piedras preciosas de su superficie y a buscar algo que llevar a su interior que lo pudiera completar como cubo.
Algunas personas nos olvidamos de que nuestro valor no está en lo que llevamos puesto, sino en lo que tenemos en nuestro interior. La cultura, los valores personales y nuestros comportamientos son lo que nos hacen ser quienes somos y lo que aporta a las personas que se acercan a nosotros.
Autosabotaje
viernes, 19 septiembre, 2008
La Real Academia define el sabotaje como una «oposición u obstrucción disimulada contra proyectos, órdenes, decisiones, ideas, etc.» Y si hablamos de disimulo… ¡quién mejor que uno mismo para que no te des cuenta de nada!
Así que podemos entender el autosabotaje como la oposición de «mi yo más interno» contra mis proyectos, decisiones, ideas, etc.. ¡Qué locura! – podrá decir más de uno. Sin embargo ¿no te ha pasado alguna vez que…
- … te apuntas a un gimnasio, pero vas un día o no vas en absoluto?
- … quieres adelgazar unos kilos, pero rompes el régimen comiendo cualquier cosa?
- … deseas cambiar de trabajo, pero no envías el currículo a las empresas que te interesan?
- … postergas decisiones, aunque sabes que así pierdes oportunidades y el tiempo sigue pasando?
¡Eso es autosabotaje! ¿Y cuáles son las causas más frecuentes?
- La fuerza del hábito: para llegar puntual a mis citas no tengo que salir con el tiempo justo de casa y debo prever las incidencias del tráfico, por lo tanto debo cambiar mis hábitos.
- Comodidad: es más cómodo no hacerlo, además no veo la satisfacción que me proporcionaría cambiar en el corto plazo.
- Miedos: mis inseguridades y baja autoestima evitan que le pida salir a la chica que me gusta y así no recibo un «no» por respuesta, el cual me podría hundir aún más en la miseria.
- Culpabilidad: es que realmente «no me lo merezco«.
- Pérdidas que conlleva: quiero dejar la relación, pero no lo hago porque entonces perdería a mi pareja y todo lo que conlleva una relación.
- Necesidades básicas no satisfechas: mi falta de cariño es tan grande que prefiero estar enfermo para seguir recibiendo atención y cariño.
El autosaboteador actúa impidiendo la conducta deseada con diversas tácticas, algunas de las cuales menciono a continuación:
- nos hace racionalizar las cosas para restar valor a nuestro objetivo;
- nos busca satisfacciones a corto plazo;
- nos hace olvidadizos, no somos capaces de retener la información que le molesta;
- nos convence de que el objetivo es una meta inalcanzable y… ¡menudo esfuerzo!;
- nos hace sentirnos incapaces, así que ¡para qué intentarlo!
Y tu autosaboteador ¿cómo funciona?